En Toén, el café en el estanco

"Café con leche”. Casi habíamos olvidado cómo eran los previos, el golpeteo para retirar los posos, el ajuste de la dosis en el “porta cacillo”, el ajuste a la máquina, el sonido del vaporizador. Parece un ejercicio nimio pero es lo que nos da ese empujoncito que arrancará el día. 50 días después hemos vuelto al café.

En tiempos, San Pedro de Moreiras tuvo mucha vida, “llegó a ser la parroquia más poblada de la provincia”, hoy es la tercera entidad con más población de Toén, 800 vecinos. “Das 8 parroquias, o 35% da poboación está eiqui”, apunta el alcalde Ricardo González. En la localidad hay 4 bares, todos con la persiana bajada.

Por la calle principal, toda una avenida salpicada de casas, pasan los coches con frecuencia, incluso durante las alertas. La localidad siempre ha tenido fama de buen licor café.

Lugar de paso o de encuentro. A la puerta del café Assanti paran coches, y aunque no hay aglomeraciones, el goteo por la dosis de “vicio” es como el gotear de uno de esos grifos que dejas abierto en la cocina sin darte cuenta. La mayoría viene a por tabaco.

A Moreiras, en tiempos, le dio mucha vida el psiquiátrico, una imagen costumbrista el paseo de internos por el pueblo. Eso fue hace mucho, a uno se lo contaron dos ilustres vecinos, Enrique Reza, Manuel Rego Nieto y un tercero, monitor en el lugar durante muchos años, Florencio de Arboiro. Todos los que hoy pululamos por el local llevamos mono de algo, unos de café, otros de tabaco; el Bar Assanti, es también estanco, razón por la que ha estado abierto todo el estado de alarma; negocios esenciales, les dicen.

Tac, tac. La dosis de café molido -7 gramos por taza- dicen los expertos, y el preceptivo anclaje en la máquina. Lo más sublime es el sonido del vaporizador. Tras la persiana bajada, un montón de trastos de todos los días que el local lleva confinado. “Un cortado con leite”, David Padrón lo deja con la delicadeza que le permiten los guantes, sobre el marco de la ventana hacia la carretera. El recipiente para llevar es un vaso de cartón con tapa de plástico. Cuánto echamos de menos una taza de loza sobre platillo, hasta incluso el agitar molesto de quienes golpean la cuchara al remover el azúcar.

David Padrón tiene estanco en su bar de Moreiras, gracias a ello ha podido servir cafés desde el inicio del estado de alarma, eso sí, para llevar

David atiende con mascarilla, de lo más molesta por la cantidad de veces que se la recoloca. “Gracias ao estanco puiden abrir desde o primeiro día, e servir un pouco de café”. Reconoce que tener el local 10 horas abierto en estas circunstancias, es un lujo “máis que nada para servir ó pueblo; os beneficiados son eles, eu nada”. A lo largo del día -dice- puede llegar a despachar 30 cafés, por la ventana.

No tiene ninguna fe en la desescalada planteada por el Gobierno para locales de hostelería, del 30% inicial al 50%, que en su caso será el mismo. Su terraza la componen 3 mesas. “Se tivese 15 mesas, igual o pensaba, pero que poño! unha mesa debaixo do toldo”.

Imagínense la presión de aquel que se siente a tomar algo en la mesa si hay alguien a la espera. Y no se le ocurra pedir la prensa.

“Vou seguir asi ata que deixen entrar á xente dentro. Que non sei cando será”. Estos días viene gente de toda la contorna, “Trellerma, Toén, Trelle, veñen de pé feito a polo tabaco”.

Si este fuera un día normal de los de antes, el local estaría de lo más animado, con el personal echando la partida y algunos vinos en la barra. ¿Y el día 24? La escena puede ser parecida, con gente sentada en el local cada uno en una mesa y en la barra esperando con un metro de separación.

David lleva la máquina de tabaco en los ocho bares de Toén, estos días todos cerrados. Cada 9 días tiene que hacer un pedido de tabaco, esto es un jaleo. Al café, invita la casa. ¡Encima!. “Eiquí estaremos, aguantando el chaparrón”, dice.