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Entre los poco más de 2.100 habitantes que residen en Pobra de Trives se encuentra un particular Equipo A, un conjunto de hombres preparados para salvar una vida en las circunstancias más extremas. Se trata del Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM), un equipo de élite de la Guardia Civil preparado para acceder a los lugares más infranqueables, realizar rescates en altura o incluso intervenir con riesgo de avalancha.
Estos agentes tienen su base a los pies de la montaña de Trives, un punto estratégico dada la orografía y la meteorología de altura. Cuando se creó, allá por los 80, se tuvo en cuenta la estación de Manzaneda, una de las localizaciones en las que pasan más tiempo trabajando.
Desde el equipo apuntan que, aunque el GREIM actúa en toda Galicia, Asturias y León, la mayoría de sus salidas son en la provincia ourensana. Aquí hay siempre dos hombres de guardia que están localizables las 24 horas del día.
Fernando Posada es el jefe de la unidad. Hace recuento y señala que este año acudieron a ocho rescates. El último, y más duro que recuerda, fue el de Santiago Durán, el piloto que se estrelló en las montañas de Porto (Zamora). Por el momento, en 2022 no se alcanzan las 14 intervenciones de 2021, pero ocurre porque cuando empieza la temporada de invierno se concentran la mayoría de las incidencias -solo un tercio de los rescates se realizan en verano-.
La excepción fue el año de la pandemia, 2020: solo registraron seis salidas, que en 2021 se duplicaron, superando incluso a las del 2019, cuando fueron 13.
Para este grupo existen dos estaciones, la estival y la invernal. Durante la primera, la mayoría de las tareas se centran en practicar la escalada, el barranquismo o la espeleología, que suelen ser también las actividades que se encuentran realizando las personas que se pierden. Por otra parte, en invierno, los guardias deben estar preparados para escalar el hielo, bajar una montaña en esquís y trasladarse a través de corredores.
El equipo de montaña juega siempre con el tiempo, la luz del día y la meteorología en su contra, sobre todo porque siempre “se piensa en rescatar a las personas con vida”, explica Posada. La avioneta que se estrelló el pasado 19 de octubre y el barranquista portugués atrapado en Lobios en 2016 son los casos más complejos a los que se enfrentó este equipo en los últimos años. El primero por la dificultad de acceso y la resistencia física que hubo que emplear y, el segundo, por la técnica.
“En el caso de la avioneta teníamos las coordenadas del punto pero no sabíamos cómo se llegaba. Hacía mal tiempo y no pudimos llegar en helicóptero. Si no hubiese un camino para entrar habría sido imposible pasar”, relata el responsable de la unidad. “Lo que iba a ser un rescate fácil se convirtió en una odisea. Tuvimos que caminar un total de cuatro horas”, añade.
En el caso del barranquista de Lobios, fue necesario un amplio despliegue de cuerdas y picos. Tuvieron que llegar al mismo sitio que el fallecido y cargar con él.
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