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En Cea, la capital del pan, el sector también acusa el golpe que supone la inflación. Hacerse con las materias primas empleadas para fabricar las bolas y los moletes ceeses implican un desembolso cada vez más grande. Marcos, del Forno de Digna, bromea en cuanto se le pregunta sobre el asunto: “Niso son especialista”.
Apenas unos momentos antes, Marcos arrojaba harina en una máquina amasadora eléctrica. “Un saco de 25 kilos custábache sobre 12 euros e pasou a 20. E non baixou”, asegura. Los costes suben y la receta es dedicarle más horas al trabajo, o como dice él, “botarlle máis horas para gañar menos”.
Marcos tiene claro que la vía no es el reparto. “Prefiro vender menos e vender aquí que vender algo máis e repartilo”, pero lo hace igualmente a pequeña escala a pesar de estar solo y de “comerse”, como dice, horas en el horno y en el servicio pueblo por pueblo.
En las tahonas que regentan Marcos y Ana, como en el resto de las que forman parte de la IXP, la factura de la electricidad no es tan cara como en las que emplean hornos eléctricos. En Cea, los hornos se calientan con leña. Ana saca las bolas de pan del suyo, una por una, ayudándose de una pala de madera. El calor y el olor a pan recién cocido empapan la estancia en medio de la helada matutina. Pero la realidad económica no tarda en imponerse a la fantasía culinaria. El combustible vegetal también se dispara, aunque no tanto como la luz. “Subeu moito a leña, pero é que os eléctricos subiron unha barbaridade”, lamenta Ana: “Houbo moitas panaderías que pecharon”.
La relativa independencia de la electricidad también la agradece Carlos Manuel Rodríguez, presidente de la Indicación Xeográfica Protexida (IXP) Pan de Cea. “Vamos llevando”, dice, la luz, “porque solo tenemos la amasadora”. Lo que más cuesta, “la madera y el gasoil en el transporte”, así como los gastos del pan que envían por paquetería. El portavoz de la IXP estima un aumento de entre el 18% y el 20% en el coste de la producción. “Estamos aguantando todo lo que podemos y más”, dice.
Eso sí, según Rodríguez, en la capital del pan no hay bajadas de persiana. Las trece panaderías de la IXP “están todas operativas y con ganas de seguir luchando”.
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