Los panaderos de Ourense renuncian al reparto por la despoblación y los altos costes

La subida del diésel y la falta de clientes en los pueblos del rural de Ourense comprometen un servicio que cada vez compensa menos

Muchos pueblos de Ourense se han quedado sin el claxon mañanero y el olor a pan recién horneado. La culpable es la subida de los costes, que cada vez asfixia más la contabilidad de las panaderías. No tienen escapatoria: se incrementan los precios de materias primas como la harina o la sal, mientras que las facturas de la electricidad y el gasoil se hinchan y estrechan los márgenes de beneficio. Se necesitan clientes más que nunca, y la despoblación no ayuda a encontrarlos en el rural.

“Es un grave problema que se nos presenta”, valora Roberto González, presidente de la Asociación de Panaderos de Ourense. “Al industrial panadero no le compensa andar kilómetros y kilómetros para vender dos barritas de pan en pueblos que se están quedando sin gente”, resume el portavoz de las panaderías. González  cuenta que es de familia de panaderos de toda la vida, pero el negocio ha cambiado mucho en los últimos tiempos. “La cantidad de impuestos que se pagan, lo que ha subido la materia prima… A nosotros se nos ha encarecido muchísimo”, lamenta. Algunos “no son capaces de soportar esto” y bajan la persiana.

La última cifra de empresas dedicadas a la fabricación de productos de panadería es de 2021, y probablemente se haya visto reducida debido al varapalo que está suponiendo la inflación. El Instituto Galego de Estatística las cifraba en 231, de las que 163 eran autónomos. Los números que maneja González muestran, sin embargo, que los hornos podrían haber caído por debajo de doscientos.

De camino

En Cea, la capital del pan de Galicia, la furgoneta de reparto cada vez recorre menos kilómetros. “Lo sentimos por la gente, pero por una bolla o un mollete… Si cuadra en el reparto  sí, pero no coincide todo en la misma línea”, dice Carlos Manuel Rodríguez, presidente de la IXP Pan de Cea. “Al ser trayectos cortos, la repercusión en el consumo del gasoil se nota”.

Muchos panaderos optan por reducir la lista de pueblos a los que dan servicio a aquellos que les quedan de camino a sitios donde venden un número suficiente de piezas. Ana, del Forno de Ana, cree que el reparto sí compensa. El problema es que no hay a quien repartir. “Non é porque encarecera o pan, é que non hai xente”. Y no compensa repartir a los pocos habitantes que quedan, sobre todo porque la conducción no es eficiente, como afirma Ana: “Tes que ir parando e iso consume moito. Nos repartos hai un gasto importante en gasoil”.

Marcos, del Forno de Digna, no renuncia al reparto porque es un legado profesional. “Lévalo por tradición e séguelo facendo”, dice. Pero la rentabilidad, según su punto de vista, es escasa: “Se unha vila che queda de camiño a outra que dá máis cartos, paras. Vas compensando; pero compensando, nada máis”. Esta tradición panadera de repartir el pan, el trato con el cliente de toda la vida, es el único hilo del que penden los envíos: “Segues índolle por manter, pero queda o comido polo servido. Fas o mínimo posible, o que che quede máis cerca. O resto é imposible, recorrer catro quilómetros por unha peza pequena… Non che dá”.

No compensa llenar el depósito para pocos clientes. Que algunos panaderos renuncian al reparto por este motivo lo corrobora Marcos: “Hai pobos que quedaron sen el, non lles vai ningún panadeiro. Non é coma antes”.

"Onde te metes?"

Pablo prefiere no dar su nombre, pero es uno de tantos autónomos que viven del pan en la provincia. Su furgoneta solía recorrer un buen puñado de pueblos valdeorreses, pero cada vez se detiene en menos. Sigue yendo, eso sí, a donde los compradores son más fieles: “Hai xente que foi cliente de toda a vida. Aínda que non mereza moito a pena tes que ir”. La harina sube y el combustible también. “E todo tirando do 1,20 que vale unha barra. Un simple saco de sal subiu case 1,20, pero onde te metes?”.

Sobre si volvería a escoger la panadería, no duda a la hora de responder: “Eu non o faría. Aquí entregas a túa vida e a túa alma. Todos os días a madrugar. Se volvera ser panadeiro, non era”.

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