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“Nací en Caracas, hija de gallegos”, cuenta María del Carmen López Álvarez (Venezuela, 1961), criada en La Candelaria, un barrio muy de españoles en la ciudad latinoamericana. “Tranquilo, de gente trabajadora”, describe. Sus padre era de A Barra, en Coles, y su madre de Sande, en Cartelle. “Se fueron en el mismo barco desde Vigo pero nunca se conocieron en los quince, veinte días de travesía”, comenta. Fue posteriormente en uno de los bailes de la casa Galicia donde se cruzaron a plena consciencia, y se enamoraron. “Empezaron en lo que había disponible, pero como buenos gallegos emprendedores rápidamente montaron una distribuidora de materiales de tapicería”, concreta.
Siendo muy pequeña María del Carmen, decidieron sus padres retornar, “volver á terriña”, comenta. La morriña y todo lo que lleva ñ le llamaba a estos gallegos que apenas en la diáspora comenzaban. No pudo ser, y de la segunda ya se asentaron. “Nos quedamos cincuenta años”, explica María del Carmen.
“Yo me casé con un venezolano”, arranca la historia de María del Carmen adulta, que a diferencia del resto de su familia, no retorna a la tierra madre. “Estábamos muy bien, teníamos un colegio en las afueras, en Guatire”, comenta una licenciada en educación especializada en orientación escolar. La casualidad quiso que sus hijos, que por vacaciones venían a Ourense, decidieran también venirse una vez acabada la carrera. Nada menos que tres descendientes eligen la tierra de los abuelos. “Empezó a mermar la calidad de vida, crecían las colas para los alimentos, las medicinas escaseaban, los servicios médicos eran cada vez peores y sobre todo el tema de la inseguridad”, habla María del Carmen de cosas de algún modo normalizadas, que apetece poco pasar.
“Planificamos con mucho tiempo”, explica un proceso de años, venta de bienes, homologación de estudios, y organización bien pensada. “Obviamente Ourense, la tierra de mis padres, tengo aquí mis hijos y además me encanta”, concluye.
“Allá era la gallega, y aquí soy la venezolana”, comparte Carmen su popurrí de culturas. “La sabrosura caribeña, y el trabajo y el esfuerzo de aquí”, describe la mezcla de identidades que lleva en el alma. “La Venezuela en la que crecí no existe”, explica. Ese mundo ya no es mundo, esa tierra que vivió, hoy es aire. Aquí se rehizo rápido: “Empecé a hacer un curso en mi área y al final me contrataron”. Cuenta María del Carmen que en seguida se puso al lío de lo suyo en una empresa ourensana. Gestiona las actividades formativas subvencionadas, los programas integrados de empleo para mujeres, y desarrolla también tareas en el área de bienestar y desarrollo personal, además de ejercer como orientadora laboral.
Viaja María del Carmen por toda Galicia impartiendo cursos y organizando material. “Son adultos en situación de desempleo”, revela el perfil de sus estudiantes, que son de toda España. La formación allende la provincia es “online”, y aquí ofertan una mezcla según la necesidad. “Partiendo del perfil del alumno le proponemos cursos para que puedan encontrar un nicho laboral”. Explica María del Carmen que las personas en su mayoría llegan con sus formaciones por homologar y que intentan como pueden darles opciones realistas a barajar. “Tenemos un chico que es médico y que no puede trabajar”, describe a modo de ejemplo.
“Ahora mismo el sector sociosanitario tiene mucha demanda de personal, ya sea en domicilio o en residencia”. Nos recuerda con esta frase López Álvarez que “imos vellos” y alguien nos tiene que cuidar. “La homologación de un título lleva unos dos, o tres años”, revela sobre plazos, lo cual suena a eternidad. “Yo cambiaría este tiempo excesivo”, opina. La gestión, con estos plazos, hace difícil la incorporación en el mercado laboral.
“En la aldea de mi padre, que en aquel tiempo era de tierra, los reyes magos me trajeron una pandereta, unos higos y un turrón”, explica sobre su primer recuerdo en A Barra. “Volver no es lo mismo nunca, el arraigo…. no eres ni de aquí ni de allá”. De Galicia es el recuerdo, de Caracas el calor familiar. “Hay mucha más afinidad con mis primos que crecieron conmigo”, reconoce con cierto pesar.
“Cuánto hay pa eso”, elige María del Carmen López Álvarez una expresión venezolana que tiene que ver con cuartos, que nos retrotrae a lo precario, y es antítesis de lo que proyecta hoy. Será una de esas frases que calan, y que encuentran inequívocamente su hueco, entre los hijos de gallegos de la emigración.
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