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"Todavía hay que cambiar muchas cosas”, asegura Mari Domínguez. En 2020, se reincorporó a su trabajo después de ganarle la batalla a un cáncer de mama. Volvió con secuelas, físicas y psicológicas, de los 20 meses de lucha, de los tratamientos y de las cirugías. Volvió con “mucha ilusión”, sin saber que se encontraría otra guerra. “Me dieron el alta y volví a la empresa, con una supuesta adaptación que me iban a hacer. Lo que yo quería era volver a ser la persona que era, la mente quería, pero el cuerpo no. Mi trabajo era de reponedora y las adaptaciones que me hicieron eran estándar, no personalizadas para mi caso. Cómo puedo desmontar un palé, reponer género o cajas cuando no puedo coger peso?”, explica. “Tuve que escuchar comentarios del tipo ‘ah, no puedes ni con eso?”, asegura.
El hecho de no poder realizar su trabajo y de contar con ayuda o empatía por parte de sus jefes, le afectó a nivel psicológico. “Tuve que ir al psiquiatra ahí, no durante la enfermedad, sino ahí, me hicieron petar. Es la empresa la que tiene que adaptarte el puesto, pero son adaptaciones en el papel, no pensadas para cada caso particular”, lamenta.
Mari se vio obligada a cogerse una baja, por el impacto de la vuelta en su salud mental. “Estuve de baja y al final pensé, a ver, qué hacemos? No me adaptaban el trabajo, yo no podía trabajar de lo mío, de lo que he trabajado 18 años. Así que pedí una incapacidad total y, menos mal, me la dieron. Pero claro, me he quedado con la mitad de lo que ganaba antes, y con esto tengo que vivir”, señala. En ese sentido, asegura que no todos los sobrevivientes de cáncer que conoce en su misma situación han tenido la misma “suerte”. “Y yo porque tengo apoyo familiar, porque si te ves tú solo cobrando menos y sin posibilidad de trabajar, a ver qué haces”, relata. Le han dicho que busque otro trabajo, pero es clara: “No es tan fácil formarte para hacer otro trabajo, necesitas tiempo, necesitas estar bien”.
Mari es clara: superó la enfermedad, pero la lucha no cesó, y de eso, nadie la había avisado. “La gente no se pone en los zapatos de los demás, no piensa en la situación que la otra persona está atravesando. Pensamos que somos invencibles, incansables, y un día te diagnostican un cáncer”, apunta.
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