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CENTENARIA
La familia de María Dolores Fernández Seijas ya tiene todo listo para celebrar, el próximo sábado 1 de febrero, sus 109 años de edad. Nacida el 29 de enero en el pueblo de Torre, parroquia de Vilauxe, en Chantada, María Dolores responde con una sonrisa cuando se le recuerda que faltan menos de siete días para tan señalada fecha. Su hija Marisa, con la vive en un piso de la calle Santa Teresita, explica que el María se lo añadieron recientemente, “hará unos seis años. Nosotros siempre la llamamos Dolores, pero un día, haciendo una gestión y comentando que mamá tenía un año menos que el que le ponía el carné, nos dijeron que fuéramos cuanto antes a la Policía, ‘porque si muere, para enterrarla te vuelves loca’, me apuntaron. Así que tuve que ir a Chantada para recoger su partida de nacimiento, y fue cuando nos enteramos de que se llamaba María Dolores”.
De que tenía un año más que en el carné “ya lo sabíamos porque mi abuelo tenía un cuadernito con la fecha de cuando nacía cada hijo, y de cuando se enterraba cada uno de los familiares”, explica Marisa.
A los 12 años, Dolores fue “a aprender a coser a Chantada, que tenía que recorrer seis kilómetros andando. Marchaba los lunes y regresaba los sábados. Hacía toda la ropa de los hijos”, recuerda. Y su hija Marisa confirma la habilidad para la costura de la centenaria pontina: “A mí me vestía hasta hace 10 años de abrigos, chaquetas y todo, y pantalones para mi hermano. Siendo joven tuvo una herida en un ojo que no le permitía trabajar en la labranza. Mis abuelos fueron a Chantada y con una compañera buscaron una casa, le llevaban la comida toda la semana, carretándola, y estuvieron en esa casa muchos años, pero cuando tenían la casa perfecta de limpia, llegó la dueña y se la quitó. Y la jefa, que se llamaba Segunda, muy famosa en Chantada, dijo, señor José, que era mi abuelo, yo no le pago nada, pero se la mantengo, y ella trabaja para mí, y se pasó en esa casa muchos años, hasta casarse, más de 10 años”. Dolores recuerda que “estábamos siete en ese taller”.
Cuando se le pregunta por el secreto de su longevidad, Dolores responde, siempre sonriente, “El de arriba y la Santísima Virgen saben por qué”. Y es que, como subraya su hija, “ella siempre tuvo mucha fe. Va a misa todos los días, es de misa diaria”. Y con respecto a la longevidad, puede que la genética tenga algo que ver, “porque mi abuelo y mi abuela murieron con 92 y 94 años respectivamente”, recuerda Marisa.
Junto con su fuerte creencia religiosa, Dolores tiene desde joven gusto por la lectura, “que siempre estuvo con nosotros estudiando, nos decía donde estaban las palabras en el diccionario. Y todo lo que hay ahí, que son los Episodios Nacionales, se los ha leído”, explica su hija. Y añade que “le gustan especialmente los sudokus, que los hacía hasta hace poco. Hará un mes o así que ya no. También le gusta leer el periódico, estar al tanto de la actualidad”.
¿Lo que menos le gusta de hoy en día? “Esas mujeres con tan poca ropa, no sé que adelantan con eso”, responde categórica. Y respecto a la política, también lo tiene claro: “De eso, mejor no decir nada”.
Sobre el secreto de su longevidad, apunta: “El de arriba y la Santísima Virgen sabrán”
Además de los sudokus, otra de sus pasiones son los partidos de fútbol en la televisión. “Veo al Real Madrid, también al Ourense y al Celta, y al Barcelona si pierde. También me gusta el tenis, me encantan los coches, todos los deportes”, señala la centenaria.
En cuanto a comer, “como de todo, pero como me fallan las encías, lo tomo un poco picado. También las lentejas, si quieres las comes, si no, las dejas. Y, sobre todo, la empanada de bacalao con pasas; estoy deseando que llegue el miércoles -día de la empanada-”, aclara.
Su hija Marisa explica cuál puede ser otro de los secretos de su longevidad, el desayuno, que desde hace años sigue siempre el mismo patrón, casi estilo inglés: “Vaso de agua con un limón exprimido, un plátano machacado como para un niño, taza de medio litro de leche con un poco de pan, sobre de meritene y la leche”.
En este siglo y algo, Dolores ha vivido experiencias de todo tipo, pero tiene claro cuál fue la que más le marcó en esos 108 años: la Guerra Civil, “que fue una ruina. No teníamos pan, no teníamos nada, era una guerra. Los jóvenes tuvieron que irse a la guerra y solo quedamos las mujeres”, recuerda. De hecho, uno de sus hermanos, “Elías, hizo carrera en el ejército, que fue de los voluntarios que fueron a Estados Unidos para conocer un armamento que no se conocía en España y que iba a llegar a la base de Rota. Lo que no quiso es quedarse allí, que pudo, no se decidió por la familia”.
Dolores aguarda ahora esa fiesta del próximo sábado en la que se reunirá con la familia. Mientras tanto, sigue fiel a su misa, su desayuno especial, su comida ligera y una cena a base de sandwich o lata de sardinas en aceite. Eso sí, “se acuesta pronto, salvo que haya fútbol, que queda hasta las once. Si juega el Barça, solo ve el primer tiempo”, apunta su hija.
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