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Algunas tradiciones se acaban con el paso de los años. Al igual que ya casi no quedan afiladores, las matanzas pueden considerarse ya una “rara avis” en los hogares ourensanos. Según los últimos datos de la Enquisa Estrutural a Fogares que elabora el Instituto Galego de Estatística, apenas el 5,8% de las familias ourensanas continuaron realizando este rito ancestral en 2022. Estas cifras pueden llevar a pensar que esta tradición no cala entre las nuevas generaciones, pues las familias que ahorran 46 euros al mes o 552 euros al año por realizarlas o recibir de carne de cerdo como regalo se han reducido prácticamente a la mitad en un año: en 2021 eran 13.171; en 2022 solo 7.416.
Los datos son todavía más alarmantes si se comparan con el pasado. Hace menos de una década, en 2014, una de cada cuatro familias ourensanas se aprovechaba de las matanzas para ahorrar en carne de cerdo, esto es, casi 32.000 hogares en toda la provincia. Desde ese momento, el porcentaje ha caído en picado: en 2015 descendió al 19%, en 2016 al 15% y en 2017 al 11%, estabilizándose en esa zona hasta el año pasado, cuando uno de cada diez hogares comía cerdo criado en casa. En 2022, la caída resultó demoledora, quedando el porcentaje en ese 5,8%, el más bajo de la historia. Es decir, casi 6.000 familias se dieron de baja de este rito en un año.
Con todo, Ourense es la segunda provincia con el porcentaje más alto de matanzas, aunque la distancia con A Coruña y Pontevedra ya es mínima y se ha reducido a pasos agigantados en los últimos tiempos. Por contra, en Lugo, aunque también caen los hogares que consumen cerdo criado en casa, todavía se mantiene en un 17%.
Aquellos que todavía continúan realizando este rito comentan los cambios experimentados en los últimos años: “O cambio climático estase notando porque antigamente xa se podía matar en novembro, pero agora as poucas matas que aínda se fan, a maioría son en decembro, moitas na ponte da Constitución aproveitando os festivos e tamén en xaneiro, porque xa non hai aquelas xeadas de antes e se a mosca ataca, que hai moita, pois xa non hai remedio para a carne”, explicaba recientemente a este diario José Manuel Castiñeiras, vecino de Carballiño.
La matanza, aunque sigue manteniendo su esencia en el rural, se adapta a los nuevos tiempos y, por eso, “a palla e os fentos para chamuscar o porco xa non se usan, agora faise cun soplete”, matiza. Un sistema más rápido, que junto con el lavado posterior con agua a presión, reduce la faena a poco más de una hora.
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