Miedo a encender la estufa

El aumento del coste de la calefacción y la llegada del invierno a la ciudad ponen en un aprieto a personas como Aldo, ingeniero informático cubano que compatibiliza la búsqueda de su familia gallega con la de una estufa que no diezme sus ahorros

Intervención de Cruz Roja Ourense para reducir las facturas.
Intervención de Cruz Roja Ourense para reducir las facturas.

Aunque el encarecimiento de la calefacción afecta a todas las familias, su impacto es aún mayor sobre las más vulnerables, así que asociaciones como Cáritas o Cruz Roja se preparan para un invierno difícil. Además, en el caso de Aldo, será el primero. Se tituló como ingeniero informático hace 32 años en Cuba, donde viven en un eterno verano, y llegó a Ourense hace solo cinco meses. “A causa de la pandemia, no pude traer varios documentos”, lamenta, razón por la cual se le complica la búsqueda de empleo. Ahora reside en la ciudad con su esposa y su hermana, y ninguno de los tres tiene trabajo en la actualidad. Por el momento, resiste con la ayuda para retornados, además de las de Cáritas y Cruz Roja. “Nos entregaron mantas, alimentos, bombillas e interruptores para ahorrar energía, y también me ofrecieron charlas”, explica sobre esta última asociación.

Ahora está atemorizado ante una probable oleada de frío, porque no podría asumir un gasto energético alto. “La dueña del piso en el que vivimos nos dijo que no encendiéramos la calefacción, porque la estufa es tan antigua y consume tanto que la factura sería enorme”, revela. Por lo tanto, “usarla es un peligro. Acabo de llegar y mis ahorros son limitados”.

Tomó la decisión de emigrar a Ourense ante la crisis económica y política de Cuba y porque en Galicia tiene familiares con los que ahora se intenta reencontrar. Pero no es la única búsqueda en la que se encuentra inmerso: “Estoy analizando estufas que funcionan con electricidad, gas y viruta de madera, para valorar cuál es la más económica. El frío nos preocupa bastante. Venimos de un país cálido. Yo nunca viví un invierno y le ruego a Dios un poco de calor”, concluye.

Para Cruz Roja Ourense, la energética es una de las formas de pobreza que más inquieta de cara el futuro, cuando los ingresos de muchas familias apenas bastan (tras descontar los gastos de alquiler o alimentación) para costear la luz o mantener a una temperatura mínima la vivienda, que la OMS fija entre los 18 y 22 grados en invierno.

Y varias asociaciones vecinales de la ciudad no se deciden a abrir sus espacios tras la pandemia, ya que “la calefacción y la obligación de mantener las ventanas abiertas no son muy compatibles”. Por su parte, la presidenta de la Agrupación Miño, Lorinda Fernández, recoge el sentir de los vecinos: “La gente está asustada ante nuevos recibos y muchos negocios tendrán que reducir personal. En la hostelería, ya cambian a gas las freidoras”. José Manuel Carballo, portavoz de la Confederación Galega de Asociacións Vecinais, considera que “los gobiernos tienen que empezar a hacer planteamientos serios, con un acuerdo para limitar las fluctuaciones de precios”.

Y, como es lógico, el encarecimiento de la energía no afecta solo a individuos y familias, sino también a empresas de toda índole, de forma transversal. Por ejemplo, en el sector funerario. Desde el Tanatorio As Burgas advierten de que, debido al aumento de precios del gasoil, “aínda non repercutimos ao cliente, e esperamos agardar ata finais de ano, pero subiremos tamén os prezos”. Así que el importe de una cremación, por el momento 457 euros, podría alcanzar los 500. Y así sector a sector.

Las ayudas contra la pobreza energética, insuficientes para los más vulnerables

Las personas en situación de vulnerabilidad cuentan con una serie de subvenciones para ayudarles a acometer el pago de la energía. Por un lado, está el bono social térmico, programa de ayudas estatal que se abona en un pago único anual. “Imaginamos que este año irá a más, por el alza de precios”, explica Óscar Diéguez, coordinador del servicio de acogida y empleo de Cáritas.

Luego está el bono social de electricidad, que supone un 40% de descuento en la factura de los consumidores más vulnerables. Para conseguirlo, se precisa del informe favorable de una trabajadora social del Concello. Este trámite precisa en torno a un mes para completarse. A su vez, la Xunta ofrece también sus propias ayudas para evitar los costes de suministros, cuyo plazo de presentación de solicitudes termina en noviembre.

No obstante, muchas personas encuentran dificultades incluso después de aplicarse todas estas bonificaciones. “Hay familias que solo tienen como ingreso la Renta de inclusión social de Galicia (Risga). Para parejas con dos hijos, supone hasta 625 euros al mes, que pueden quedarse en nada entre la alimentación, gastos escolares y el alquiler”, explica Diéguez. Las solicitudes de auxilio de las familias repuntan cada diciembre, y asisten a Cáritas en torno a cien familias al año por dificultades para el pago de la energía.

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