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LA NUEVA OURENSANÍA
Tuvo lugar recientemente, en el claustro de la colegiata de Santa María la Real de Xunqueira de Ambía, un coqueto mercadillo navideño, donde una ceramista argentina, recientemente afincada en estas tierras, expuso su producto. Sara Carabajal se llama la alfarera, bonaerense de una ciudad que suena casi vasca. “Olavarría, una zona industrial donde hay canteras, mucho transporte de camiones, no soy porteña”, aclara. Leemos en la enciclopedia en línea que efectivamente significa en euskera “la herrería nueva”.
Su primera conexión con España fue Valladolid, por un empleo de su marido, pero por circunstancias familiares buscaron un pueblo más pequeño. “Es mecánico de camiones, lo contrataron a distancia y lo estaban esperando”, revela sobre el traslado. La empresa no les encontró piso para vivir y con una familia de tres niños la cosa se les complicaba. “Viramos la migración hacia aquí”, revela. “Nos enamoramos de Ourense, de Galicia, de su clima, de sus gentes”, añade, y estar en una aldea donde todo es fácil y los que la lían siempre son los mismos, suponemos que también ayuda.
“Yo tenía sesenta alumnas en mi taller, pero al ser la inflación tan alta, al terminar el mes resultaba que trabajabas gratis”, comenta sobre el pasado del otro lado. “Las elecciones, y que el dólar se disparó”, comenta, le hizo coger carretera y manta. “Yo soy nacida en Italia, mis padres salieron escapando de los militares porque mi papá era músico, y se fueron a Roma”, aclara. Ese matrimonio volvió al origen, les pudo el poder de los alfajores. “Esa es la verdadera morriña”, explica Sara, “algo que echas en falta y te hace recordar el país entero”, aclara.
“Tanto mi marido como yo entramos con una beca de estudios”, explica. Está la pareja haciendo la secundaria para adultos en horario nocturno en Ourense. Él ya tiene un contrato de lo suyo aquí y ella está poniendo en marcha sus actividades. “Alquilo un saloncito sobre el Camino de Santiago para potenciarlo y hacer ‘souvenirs”, explica. En paralelo lleva un espacio taller que le cedieron desde el ayuntamiento de Xunqueira para hacer la cerámica. Dicen los nuevos residentes del pueblo que hay un alcalde que con ellos se está portando. Como aquí no somos de colores, pero sí de lo multicultural, ahí dejamos el dato.
“Piezas únicas hechas a mano”, describe sus productos. “Nunca repito”, aclara. Lo que mejor se vende son los sets de desayuno, pero ahora mismo está intentando crear colecciones completas. “Todas las líneas que tenía en Argentinas las tengo que reinventar aquí”, puntualiza. Está creando su página virtual a la que pronto se podrá acceder para hacer compras. “Este sábado en el mercadillo navideño tendremos adornos para el árbol, casitas luminaria… pero también una ensaladera para todo el año”, informa. Si alguien que nos lea quiere agasajarnos, que sepa que somos más de artesanía imperecedera. “A partir de los tres euros te puedes llevar algo único”, revela el misterio de los cuartos, siga encubierta la magia de Papá Noel y de sus múltiples tentáculos.
Quince días de calendario y unas diez horas entre moldear, hornear varias veces y el esmaltado. Pongamos en valor la artesanía aunque sea obviando el costo creativo de estos trabajos.
“Utilizo la pasta loza blanca”, comparte sus materiales, diferente al barro de “los también artesanos hermosos que hay aquí”, añade.
Cursos de cerámica para adultos, y talleres concretos para niños, organiza Sara también en su espacio. “¡Nada como presentar una mesa hecha con tus propias manos!”, opina, valor terapéutico y relajante de la actividad aparte. “Es muy gratificante”, comenta.
Tenemos un momento “Ghost” mental con Sara, imaginando un torno sexy a media mañana. “Me encanta pero es solo una pieza redonda para arriba, no tienes más posibilidades, la construcción manual es otra cosa”, aclara.
“Hay técnica pellizco, costura de chorizo…”, comparte Sara sabidurías que nos dejan fascinadas. “Churritos con los que puedes hacer jarrones”, para más detalles: 65 euros al mes, cuatro clases de dos horas, con materiales incluídos ¡una ganga!. “Cuesta romper la idea de que el curso hay que pagarlo”, reconoce. Tanta actividad gratuita de la Xunta hace competencia al pequeño empresario. Traemos a la sazón un proverbio muy nuestro, para ayudar a Sara con los del bolsillo prieto, y que de paso, se vaya aclimatando. “Amiguiños, amiguiños si, pero a vaquiña polo que vale”.
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