Cuando el cuerpo es la geografía del viaje

LOS LIBROS QUE LEO

El libro que este jueves nos ocupa es una novela retadora, contada desde las sensaciones del cuerpo, un ejercicio iluminador que el lector agradece

Publicado: 11 dic 2025 - 05:40

Cubierta de la novela editada por Anagrama, 2011
Cubierta de la novela editada por Anagrama, 2011 | La Región

Leer a Guadalupe Nettel es hallar en esa primera persona de El cuerpo en que nací (Anagrama, 2011), una imagen de esa franqueza que muchas veces desearíamos tener con nosotros mismos. La estridencia del texto radica en su serenidad: es el viaje, a través de la geografía del cuerpo, en el que una niña termina convertida en mujer.

Uno desliza una página y otra, y cada transición rugosa del papel hace que emerjan, suavemente, en el espejo de nuestra conciencia, escenas tanto íntimas como gregarias de ese México de los años 70, entre las veleidades de lo hippie y la castigadora vigilancia de lo conservador. Se trata de una novela en clave autobiográfica donde la protagonista, siendo una niña, lucha contra una catarata congénita en forma de lunar blanco sobre la córnea de su ojo derecho, y no es solamente su lucha, sino la de toda su familia intentando corregir el “defecto”.

El pretexto es el lunar, el parche de pirata y la visión borrosa, para atreverse a cuestionar una estructura familiar que ejerce la libertad como una discreta dictadura. Es, a propósito del defecto ocular, una metáfora sobre la visión empañada que a menudo tenemos de la realidad. Una visión distorsionada y consentida por los colirios del autoengaño.

Las mentiras más elaboradas toman prestada la apariencia de una verdad incuestionable

Advierto igualmente, que es también una novela sobre el miedo y las mentiras, insistiendo en el hecho de que muchas veces los miedos más profundos se disfrazan de autodeterminación, y las mentiras más elaboradas toman prestada la apariencia de una verdad incuestionable.

Guadalupe Nettel acaba de entrar en ese olimpo personal de imprescindibles, que en una labor silente han regalado honestidad y belleza a la lengua castellana que a un lado y otro del Atlántico, se desborda en frutos. Me enamora su capacidad para tratar con igual respeto y acierto, tanto los grandes temas, como aquellos que parecen deleznables. Leerla es atravesar las aduanas de la vida sin temer que nos requisen ese maletín de contrabando que tanto cuidamos de la curiosidad oficial.

Aquí palpitan los grandes temas de la literatura universal: el amor, la muerte, el paso del tiempo, pero es sobre todo es una invitación a aceptar nuestro cuerpo, a amarlo con sus miserias y sus secretas glorias; es una reivindicación del ser y del sentir ante misterio atroz del mundo.

Más allá del cliché sospechoso de decir que es una obra maestra, diré que El cuerpo en que nací es una obra que amaestra, sobre todo en las difíciles artes de la libertad y la necesidad de belleza.

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