Don José de León, cuando la fe es alegre

OBITUARIO

Dentro de la Fundación desarrolló fundamentalmente tareas de formación, era el coordinador de la mayoría de los cursos y en el Departamento de Recursos Humanos, donde dejó su impronta y se ganó el cariño eterno de todos sus compañeros.

Daniel Fernández-Novoa Pérez. Director de Recursos Humanos de la Fundación San Rosendo.

Publicado: 29 sep 2025 - 07:15

José de León González en el funeral de su amigo Benigno Moure.
José de León González en el funeral de su amigo Benigno Moure. | Archivo

En esta mañana de domingo de otoño amanecimos con la triste noticia del fallecimiento de nuestro amigo y compañero Don José de León González. Nacido en Santa Baia (Padrenda) el 9 de mayo de 1941, entró muy joven en el seminario de Ourense siendo ordenado sacerdote en 1965.

Recorrió diversas parroquias, comenzando en Ourense en el Sagrado Corazón, después se fue a Paradela de Abeleda en Porqueira, a Arzádegos, Terroso y Vilarello de Cota en Vilardevós, finalizando en Loña do Monte, Triós, Santa Cruz de Rubiacós y Armariz, siendo conocido a partir de ese momento como el cura de Armariz.

Allí su mayor empeño fue, además de su tarea de pastoral inherente a su ejercicio como párroco, la restauración y puesta en valor de la rectoral, llegando a convertirla en un establecimiento emblemático de hostelería denominado Rectoral de Armariz.

Llegó a ser un referente gastronómico en toda la comarca. ¡Cuántos desvelos le producía esa creación y mantenimiento de los puestos de trabajo! ¡Cuántas noches sin dormir hasta que consiguió encauzar su idea de hacer algo por la economía de su parroquia!

Era un gran cocinero y se conocía a la mayoría de los restaurantes de la provincia y del norte de Portugal. Nos admiraba su capacidad de recordar todos los menús que había degustado en cada uno de ellos, mostrando una prodigiosa memoria. Su otra pasión, y yo diría que por encima de cualquier otra, fue la Fundación San Rosendo.

Proveniente de Cáritas Diocesana, de Ourense, fue uno de los sacerdotes que siguió a don Benigno Moure en la génesis y posterior desarrollo de la Fundación San Rosendo. Profesaba un enorme cariño y devoción por la figura de don Benigno, hasta el punto de que estos últimos años era pronunciar su nombre e inmediatamente se le llenaban los ojos de lágrimas.

Llevaba siempre con orgullo en la solapa de su americana la insignia con la que se le obsequió con motivo de su jubilación. Dentro de la Fundación desarrolló fundamentalmente tareas de formación, era el coordinador de la mayoría de los cursos y en el Departamento de Recursos Humanos, donde dejó su impronta y se ganó el cariño eterno de todos sus compañeros.

Y ya por último, resaltar su mayor hobby, la música. Le encantaba y era su varita mágica para ganarse a la gente, para metérsela en el bolsillo. De joven había tenido una charanga, entre otros con el padre de Cristina Pato, que lo adoraba y con la que mantenía gran amistad. Y no había un solo evento de la Fundación San Rosendo que él no animase con su contagiosa alegría y su entusiasmo, deleitándonos con el himno de la Fundación, con su popurrí de canciones de folclore gallego que a veces culminaban, siempre haciéndose de rogar, pero sólo un poquito, con su archiconocida Enriqueta.

Aprovechamos estas letras para mandar un agradecimiento especial a las compañeras de la Residencia Nuestra Señora de la Esperanza, que lo cuidaron con tanto mimo hasta el último día.

Su hermana Esperanza, que no dejó de acompañarlo ni un solo día y deseamos de corazón que desde el cielo de los justos, donde estará jugando una partida de tresillo con don Benigno y con don Antonio, nos cuide e interceda por nosotros. Sus compañeros de la gran familia que es la Fundación San Rosendo.

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