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65 DESEMBARCO
Al grito de ¡Úrsula! los vikingos procedentes de los países nórdicos surcaron la Ría de Arousa en tres drakkars y desembarcaron en el río Ulla, frente a las Torres del Oeste de Catoira. Allí, entre agua, fango, el hierro de las espadas, cuernos (y mucho vino) tomaron tierra y se enfrentaron a los lugareños.
Así comenzó el 65 desembarco de la Romería Vikinga que volvió a congregar a miles de personas en el entorno de las ruinas que, en el siglo IX destrozaron los verdaderos normandos, un hecho que conmemora esta Fiesta de Interés Turístico Internacional. En la orilla, les esperaban unas 200 personas de la comarca para hacerles frente. Y volvieron a lograrlo.
A ellos se unieron esta vez, otro grupo de la resistencia procedente de Andalucía y Alicante con la misma entrega que los catoirenses. “Leímos sobre ella, y nos pareció similar a nuestros moros y cristianos, pero esta es más brutal”, reconoció Pere Esteban. A su lado, una de las más jóvenes luchadoras, de 14 años, sentía una mezcla de “miedo y curiosidad”. Todos asistieron a los ensayos, pero la vida (y el teatro) siempre sorprenden y ayer la marea alta de la mañana añadió dificultad y también vistosidad al desembarco.
En primera línea, se encontraba una familia de Barcelona cuyo pequeño, de apenas seis años, disfrutó con una película “de vikingos de verdad”. Otro grupo, procedente de Cuba se animó a estar en primera fila porque “nos gusta conocer la cultura de cada lugar al que vamos y leímos sobre esto”, explicó Leonardo, el padre de familia y un lector empedernido.
Víctor, uno de los vecinos de Catoira, localidad con tan solo 3.500 habitantes, explica que lleva más de 10 años participando en la representación y que tratan de mantenerse lo más fiel posible a la indumentaria.
A pesar de la furia, los normandos mantuvieron una batalla en agua y en la tierra, y no lograron continuar su camino. Eso sí, no sin antes saquear todo lo de valor de la ermita de Santiago, así como la comida y bebida de la zona.
Porque la gastronomía fue la que volvió a unir a extraños y lugareños sin faltar el churrasco, que generó largas colas, y los tradicionales mejillones, “con un tamaño enorme”, para una pareja procedente de Madrid. Así se escucharon todos los acentos en el espacio natural del Ulla que, a pesar del sol, no volvió a dejar indiferente a nadie.
La Romería Vikinga no terminó todavía, puesto que hoy será el turno de los más pequeños con su Desembarco Vikinginho. Los menores llegarán en sus minidrakkars a partir de las 11.00 horas. El objetivo es el de forjar futuros guerreros para una fiesta que rompe fronteras y acero.
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