PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
Galicia es el escenario del primer capítulo de la segunda temporada de “Chef sin desperdicio”, una serie documental de HBO que lleva al joven biólogo y ecologista Diego García-Vega (Madrid, 1997) por diferentes países de toda Europa para conocer el impacto que está teniendo el derroche alimentario en la biodiversidad y presenta en cada uno de esos capítulos propuestas para contribuir a un mundo en el que se reduzca la ingente cantidad de alimentos que acaban en la basura. Su experiencia personal, como promotor de Zero Food Waste (cero desperdicio de comida) en la universidad de Londres en la que estudió biología, ha inspirado esta serie que protagoniza.
¿CÓMO NACIÓ SU PASIÓN POR LA ECOLOGÍA?
Estudié en la universidad, Biología, y más concretamente conservación de la biodiversidad, que en definitiva es la ecología. Y eso fue lo que me inició en este camino, sobre todo al estudiar las actividades humanas y el impacto que tienen en la biodiversidad, porque todo convergía en la forma en la que comemos. Ahí está el origen de los grandes problemas a los que nos enfrentamos. Sorprendentemente, y ahí nació esta pasión y esta motivación por salir de ese camino, es que también alberga muchas de las grandes soluciones a este problema.
¿QUÉ PAPEL JUEGA EL DESPERDICIO DE ALIMENTOS EN ESE GRAN IMPACTO SOBRE LA BIODIVERSIDAD?
Es uno de los problemas más graves del actual modelo agroalimentario. Es un síntoma clarísimo de que el sistema no funciona porque tiramos a la basura casi el cuarenta por ciento de la comida que producimos. Si tiramos casi la mitad de lo que producimos, no cabe duda de que estamos ante un sistema ineficiente. Y a eso me aferré para poner en marcha Zero Food Waste.
¿EN QUÉ CONSISTÍA SU PROYECTO?
En la universidad en la que yo estudiaba en Londres había diez cafeterías. Había estado monitorizando los desperdicios que se producían en ellas y organicé unos grupos de voluntarios para que recogieran esa comida sobrante para que fuese redistribuida. No fue fácil, tengo que decirlo, porque fueron necesarios más de siete meses de papeleos y de trabajo administrativo, pero al final lo logré y cuando conseguí ponerlo en marcha se unieron cien voluntarios e incluso contamos con el apoyo de la propia universidad que empezó a promocionar el proyecto. El primer mes recogimos ochocientas comidas que fueron redistribuidas y ahora las cafeterías de esa universidad tienen desperdicio cero.
SI SE EXTENDIESE SU PROYECTO, ¿PODRÍA AYUDAR A FRENAR EL DESPERDICIO?
Sería un parche para reducir el impacto del actual sistema, no la solución. La futura ley contra el desperdicio de alimentos que se va a probar el próximo mes de enero va en ese camino, en ir a cafeterías, restaurantes, supermercados e intentar que reciclen el máximo de lo que sobra. El problema sigue siendo que se produzcan esos desperdicios. El modelo actual produce en exceso porque intenta vender en exceso para maximizar el beneficio. No es fácil encontrar una solución, pero el camino tiene que ir con una producción pensada en las necesidades alimentarias humanas y el medio ambiente, no en el beneficio económico, en mercados especulativos, en recursos alimenticios que parecen reservados únicamente a los más pudientes. No puede estar sujeto al mercado internacional como lo están los ordenadores o cualquier otro dispositivo.
¿ESTÁ TAMBIÉN AHÍ LA CAUSA DE LA DIFERENCIA TAN ALTA ENTRE EL PRECIO EN ORIGEN DE UN PRODUCTO Y EL QUE LUEGO PAGA EL CONSUMIDOR?
Los grandes intermediarios y mayoristas son los que marcan los precios al agricultor y al consumidor, y en esos precios se incluye, naturalmente, la merma que se produce en el beneficio por las cantidades que no llegan a venderse porque se tiran. Todo está relacionado. Es una ecuación que maximiza el beneficio y le da muy poco valor a la comida, por eso es tan barato desperdiciar comida. Además, se produce mucha comida, pero sigue habiendo casi mil millones de personas que no tienen acceso a la comida.
EN ESE VIAJE QUE LE HA LLEVADO POR DISTINTOS PAÍSES DE EUROPA ¿HA VISTO EL IMPACTO EN LA BIODIVERSIDAD DE ESTE MODELO AGROALIMENTARIO?
Perfectamente. En el caso que abordamos en Galicia y en Portugal, sobre el impacto en los océanos, la biodiversidad marina está muy amenazada. Los caladeros sobre explotados y más de un tercio de ellos a niveles insostenibles. Las perspectivas del océano son muy malas y de él depende también la vida en la tierra.
¿Y HA PERCIBIDO ALGÚN AIRE DE CAMBIO? ¿PERSONAS QUE, COMO USTED, ESTÁN TRATANDO DE DARLE LA VUELTA AL MODELO?
Sí. Es un mensaje claro de que hay personas muy conscientes de la insostenibilidad de nuestro sistema en toda Europa, que están muy motivados, creando alternativas que ya funcionan hoy en día. En general son pequeños y se les escucha muy poco, de ahí que la misión central de este programa, de la que me siento más orgulloso es dar voz a todas estas personas que están cambiando de forma radical. Aunque hay que ser conscientes de que su voz no se alza tanto como la de quienes siguen defendiendo este sistema.
LA GUERRA EN UCRANIA Y ANTES LA PANDEMIA PUSIERON DE RELIEVE LO VULNERABLES QUE SOMOS EN UN MERCADO TAN GLOBALIZADO. ¿APRENDEREMOS LA LECCIÓN?
La pandemia fue una oportunidad, pero lo cierto es que no cambió gran cosa en este tema. Pero ahora la guerra pone de manifiesto la falta de soberanía alimentaria que tenemos y lo vulnerable que es nuestra producción de alimentos. No podemos estar sometidos o a merced de una guerra que sucede al otro lado del continente porque es una vulnerabilidad que no nos podemos permitir. Y no es solo por la producción de cereales. También por los combustibles fósiles con los que se mueven los tractores, se elaboran los fertilizantes, etcétera. El problema es que estas subidas en el precio de la comida, que estamos sufriendo actualmente, no se van a detener cuando acabe la guerra en Ucrania, si el sistema productivo basado en combustibles fósiles sigue. Hay que producir más aquí, y sin la dependencia del petróleo.
RODÓ EN GALICIA EN VERANO ¿QUÉ RECUERDO POSITIVO SE LLEVÓ DE AQUÍ?
Ya que el sábado pasado fue el día mundial de la mujer rural, me gustaría subrayar de manera especial el papel que tiene la mujer rural en Galicia en el cambio del modelo alimentario. Hay muchas mujeres entre productores pequeños, entre las que trabajan en agroecológico, defendiendo la biodiversidad, o practicando actividades sostenibles, como es el caso de las percebeiras en la costa y las mariscadoras, que trabajan a pie en sus parques de cultivo, en los que siembran, por ejemplo, almejas, pasando de realizar un trabajo meramente extactivo a ser agricultoras de la playa. No cabe duda de que el papel de la mujer en el cambio es y será determinante.
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