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Ceaucescu, el brutal dictador rumano, tenía un enorme aprecio por su paisano Drácula, a quien elevó a la condición de héroe nacional. Se refería al personaje real, príncipe de Valaquia en los turbulentos últimos años de la Edad Media, a finales del siglo XV, cuando lo que hoy es Rumanía era zona de frontera con el imperio turco, que acababa de convertir Constantinopla en Estambul. El transilvano Vlad Draculea, que ese era su nombre real (el Hijo de Dracul, que se traduce como dragón pero también diablo), se convirtió en regente de Valaquia, la región al sur de Rumanía, a base de imponer el terror, incluyendo el empalamiento como su instrumento favorito de tortura pública, lo que le valió su sobrenombre de Vlad Tepes. Para Ceaucescu, los métodos de Draculea eran adecuados en aquellos tiempos para salvaguardar la independencia de Rumanía, así que decidió que su nombre tenía que ser rescatado del personaje de Bram Stoker, quien vagamente se inspiró en el señor de Transilvania –donde nació Drácula- para su novela inmortal.
Ceacescu también impuso el terror. Por ello se sentía legítimo representante del linaje de Tepes y durante su vida trató de imitarlo, incluyendo la adopción de algunos de los atributos del príncipe valaco. El régimen llamaba al dictador "el genio de los Cárpatos", epíteto similar al que usaba Draculea. Movido por su devoción a Vlad, Ceaucescu también decidió que su vivienda particular estaría en Snagov, el lago situado a unos 30 kilómetros de Bucarest donde según la tradición fue enterrado El Empalador, aunque su cuerpo nunca fue hallado. Pero allí, en medio de una isla, se encuentra la tumba, vacía.
En la propia capital también trató de emular al príncipe rumano y si éste levantó su palacio y dio a la entonces villa de Bucarest la condición de cabeza de Valaquia, Ceaucescu decidió construir el mayor edificio público del mundo, todavía hoy inacabado, y que quizá le costó la cabeza. El Palacio del Pueblo, odiado por los rumanos por todo lo que significó, es un auténtico monstruo sin sentido en el medio de Bucarest, no muy lejos de los restos del edificio que levantó Draculea para consolidar su presencia en la plaza. Hay incluso un pequeño busto que le recuerda como fundador de la capital.
Cuando el pueblo se levantó contra el dictador, como también lo había hecho la nobleza boyarda de Valaquia contra el brutal Draculea, acabó huyendo pero fue interceptado y –la gran paradoja- trasladado a Targoviste. En esa ciudad era precisamente donde Draculea tenía su corte y trono, y de la que tuvo que salir huyendo cuando se produjo la rebelión. En Targoviste fueron sometidos Ceacuscu y su mujer a uno de los juicios más lamentables del siglo XX y fusilados a continuación, sepultados en un lugar anónimo. Más tarde fueron llevados los cuerpos a Bucarest y recientemente se hizo un estudio para confirmar que los restos pertenecían a la pareja. Como Draculea, cuyos restos pasaron de un lugar a otro, sin encontrarse nunca…
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