José García Buitrón, cuarenta años de trasplantes

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Realizó más de mil trasplantes. El último, en Filipinas hace poco más de un año. La lista comenzó en A Coruña, con el primero de Galicia en enero de 1981

José G. Buitrón (MARTIÑO PINAL).
José G. Buitrón (MARTIÑO PINAL).

Nunca dudó que su destino era ser médico cuando era niño. Pero lo que no imaginó José García Buitrón (Toreno, 1945) es que se iba a convertir en uno de los pioneros de los trasplantes en Galicia. Este mismo mes se cumplieron cuarenta años del primer trasplante de riñón que se realizaba en una Galicia que todavía vivía los tiempos de la preautonomía.

1. ¿Qué le llevó a hacerse médico?

Mi padre era médico, uno de sus hermanos era médico, mi abuelo también… A parte de esas cosas de niño en el que uno llega a pensar que quiere ser piloto o incluso cura, cuando llegó el momento de elegir, yo no tuve que pensarlo. Y no fue una imposición familiar. Era el ambiente que había vivido en casa desde niño porque mi padre era el médico del pueblo y tenía la consulta en casa. Digamos que la cosa vino casi de manera natural.

2. Vivió su etapa universitaria en el Santiago de los años sesenta. ¿Qué recuerdos le traen?

Tengo todavía en la mente la imagen de un Santiago que era más pueblo que ciudad, Una ciudad muy agradable. El ambiente que vivíamos eran los últimos coletazos de la Casa de la Troya, con los vinos turbios en el Franco, la feria los jueves. Los estudiantes teníamos un peso muy importante tanto en la población como en la economía. Además, en aquella época no era como ahora, que llegaba el fin de semana y la gente se volvía a casa en el tren. Estabas hasta las vacaciones. Hay que pensar que entonces, por ejemplo, había muy pocas facultades de Medicina en España y se concentraban muchos estudiantes en ella. En primero, en 1963, éramos trescientos. Casi todos chicos. Yo creo que solo había 15 chicas. Ahora es todo lo contrario.

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3.¿Cómo era la sanidad pública cuando llegó usted al hospital de A Coruña?

Era una etapa muy ilusionante. Nosotros nos creíamos con mucho conocimiento, teníamos esa fuerza que te da encontrarte en un terreno en el que todo está por hacer. Hay que tener en cuenta que es a partir de ese momento en el que empiezan a crearse los grandes hospitales en España, uno en cada provincia. También eran tiempos de mucha pelea, porque nada venía dado. Pero eran peleas que ganábamos con relativa facilidad, porque en definitiva todos estábamos en apuntar hacia lo moderno y lo nuevo.

4. ¿Había dinero para la sanidad entonces?

Sí, claro. Era una época de mucha prosperidad económica en España, pasados ya los planes de austeridad, en los años sesenta y setenta y el desarrollo de nuevos hospitales se extendió muy rápidamente por todo el país. Pero además de esa cuestión, lo que cambió en la sanidad fue también la dedicación de los médicos. Del sistema casi de la beneficencia en la que los médicos pasaban consulta un rato y luego se iba a otros quehaceres, a su consulta privada, que era lo que se veía en las antiguas residencias de la Seguridad Social, pasamos los médicos que tenían su dedicación en el hospital. Allí pasábamos no sé cuantas horas seguidas y tan importante era el tiempo de trabajo como el de pasillos donde te encontrabas con colegas con los que hablabas de tus casos. Esto es lo que hace que en un hospital haya cuerpo colectivo de pensamiento, lo que crea otras dinámicas que enriquece mucho.

5. ¿Cómo se fraguó el primer trasplante?

En Puerta de Hierro ya hacíamos trasplantes renales. Pero eran anecdóticos. Cuatro o cinco al año. El jefe del servicio de urología, Marcelino González Martín, había venido de La Paz. Allí también se habían hecho algunos trasplantes y a él le gustaba mucho eso de los trasplantes. Y también vino de jefe de nefrología un amigo mío y compañero de Puerta de Hierro, Juan Oliver. Así que nos juntamos tres profesionales que teníamos mucho interés en esa cirugía. Y había una gran demanda porque la diálisis que era el único recurso estaba muy limitada. Demanda por nuestra parte, que tirábamos para que se pudiese realizar esa técnica y demanda social, de los enfermos. Y se empezó con trasplantes entre vivos. Esto fue en enero de 1981 y al año siguiente fui 6 meses a Virginia, en Estados Unidos, a un hospital con una práctica de trasplantes ya consolidada. Entonces hacían 30 al año. A nosotros aquello nos parecía toda una hazaña porque pensábamos que sería un éxito que en A Coruña realizásemos diez o doce al año. Al poco tiempo ya estábamos haciendo más de cien al año.

6. Todo un éxito. ¿y Si no hubiera sido así?

Fue un desafío extraordinario y no podía salir mal. Porque si salía mal se acababa el programa. Ya no solo que te baje la moral, un fracaso había sido determinante para frenar lo que luego vino. Era algo que producía un gran estrés. Fue la donación de un padre a su hijo. Ambos eran de Ferrol. Lo hicimos un sábado por la mañana para no tener la presión de la presencia de la gente del día a día.

7. ¿Recuerda cuánto duró?

Los primeros trasplantes andaban en torno a las siete horas. Hoy se hacen en la mitad de tiempo.

8. ¿Cuántos trasplantes ha hecho desde aquel primero?

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Alrededor de un millar. Al principio hice muchos, porque tenía la necesidad de dotarme de experiencia, de rutina, para luego también poder enseñar a otros. Luego ya me ocupaba solo de los más difíciles. También hice muchos trasplantes fuera de España. Él último fue poco antes de que comenzase la pandemia, en Filipinas. De hecho ya salí de allí y en el avión la mayoría de los viajeros venían con mascarilla.

9. Imagino que fue necesario promover la donación de órganos.

Ese fue para mí otro de los grandes aprendizajes sociales. Sobre nosotros recayó la responsabilidad y la iniciativa de pedir los órganos a las familias, en momentos tan complejos y tan difíciles, sobre todo en una época en la que la mayoría de los posibles donantes eran gente joven que habían sufrido una muerte repentina y con la familia rasgada de dolor aparecíamos para pedirles que donasen los riñones. Las negativas que recibíamos eran de un 80 por ciento. Ahora es al revés. Ese es el porcentaje que sí acepta.

10. ¿Y qué le resultó más difícil, la cirugía renal o la cirugía social, para cambiar la disposición de la ciudadanía frente a la donación?

Fue un trabajo muy difícil, porque estaba todo por hacer. Nosotros sabíamos de nuestra cirugía, pero de la donación tuvimos que aprender. Aprender y promover ese pensamiento altruista. Es cierto que contamos con el apoyo de los medios de comunicación, de la iglesia católica, cuya opinión era muy determinante. Pero hubo que llegar, enseñar, convencer, crear una disposición de la sociedad en favor de la donación. Y en España podemos sentirnos muy orgullosos de ello.

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