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LA REVISTA
Antes de que nos visitase la borrasca Ana, Calvos de Randín se convirtió en la Siberia gallega con un récord de diez grados bajo cero. Cualquier disculpa es buena para hacer una escapada a tierras pocos frecuentadas por el hombre. Así, anduve el pasado sábado por el territorio del antiguo Couto Mixto, viendo cachenas, ovejas y un paisaje matizado por todos los colores cálidos del otoño.
Cálidos los colores, porque el día, no. Llegó la hora de comer y al no encontrar a quién preguntar en medio del monte, eché mano de Google Maps. Las recomendaciones no podían ser más disparatadas. Me mandaba a Xinzo, a Bande, pero Calvos de Randín... ¿Es que no hay dónde comer aquí?. La respuesta la tuve en la web del Concello. Allí aparecían varias casas de comidas. Paré en el primero que me coincidió en el camino de los que recomendaba la web municipal. O Cigüeñeiro.
No había un alma, algo propio de un día tan poco amigable para hacer turismo. Pero yo notaba olor a comida que se estaba fraguando en los fogones. "¿Podemos comer?", preguntéle al hombre que apareció tras una puerta. "Algo habrá", respondió. El "algo" en cuestión eran callos, carne ó caldeiro, cocido... "Lo más rápido es el cocido que sale ahora", nos sugirió y obedientemente aceptamos.
Un cocido que sentó de maravilla en tan desangelado día. Bien armado de patatas, verdura local, buen lacón, una oreja estupenda, chorizos de distinto tipo... En fin, todo un acierto fiarme del consejo de la web de Calvos de Randín. No es un restaurante, sino un bar de usos múltiples, muy al estilo rural. Pero me pareció limpio, el propietario que me atendió, muy agradable y su servicio y su comida redondearon un buen sábado.
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