PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
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La fraternal relación que nos une con nuestros vecinos portugueses no siempre fue tan cordial y pacífica. Las fortalezas, castillos y los restos de algunos que ya no se encuentran en pie, que hay a un lado y al otro de la raya constituyen un testimonio de las disputas que hubo entre ambos países a lo largo de la historia. Esas muestras de la arquitectura militar se han convertido hoy día en un atractivo turístico. Portugal va más allá y espera la declaración de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco de tres de sus fortalezas de frontera: Almeida, Marvão y Valença.
En la raya fronteriza de Portugal y Galicia, hay más de una docena de fortalezas, castillos y torres que formaron parte de construcciones militares que han perdido su integridad, en la mayoría de los casos por abandono y reutilización de las piedras de sus muros para otros usos constructivos o porque fueron derruidos durante la revolución irmandiña y no volvieron a ser reconstruidos. Desde las torres de A Limia, la de Vilanova dos Infantes y el castillo de Monterrei , en Ourense al castillo de Salvaterra, la catedral Fortaleza de Tui y el castillo de Monterreal en Baiona se vieron en algún momento de su historia asediados por los ejércitos de Portugal entre los siglos XII y XVII. Pero si cruzamos la frontera encontraremos una tupida línea defensiva desde Caminha hasta Vinhais, en los confines con A Mezquita. Por el camino, están los castillos de Vila Nova de Cerveira, Valença, Monçao, Melgaço, Chaves y Montalegre.
En A Limia todavía quedan en pie las torres de tres castillos, pero según las investigaciones realizadas son tan solo una muestra de una larga línea de fortalezas defensivas que se habían levantado durante las guerras de frontera con Portugal en los primeros siglos de su creación como reino. En Xinzo, A Torre da Pena, que es lo que queda en pie del Castelo da Pena da Portela. En Sandiás, a Torre do Castro y en A Porqueira, a Torre da Porqueira o Torre de Fírbida. Las tres fueron declaradas bienes de interés cultural. Hubo un cuarto castillo, el de Celme en Rairíz de Veiga, pero de él no quedan más que sus ruinas en la aldea de Congostro. La torre de Vilanova dos Infantes, en Celanova, también fue parte de un castillo, en el que probablemente vivieron los padres de San Rosendo y que, durante los primeros conflictos con Portugal, en el siglo XII sirvió de elemento defensivo frente al invasor.
En la parte portuguesa de la raya, destacan, el castillo de Montalegre, declarado monumento nacional en 1910 fue construido entre los siglos XIII y XIV, con una torre del homenaje de diseño gótico, y 27 metros de altura. El entorno del castillo acoge la feria y fiesta que se organiza cada viernes 13 (sexta 13, en portugués). Las próximas serán en los meses de febrero y marzo de 2026.
También muestra su estilo gótico la torre del homenaje del castillo de Chaves, con 28 metros de altura y un fragmento de la muralla constituyen los únicos elementos que quedan de la fortaleza. Chaves es la ciudad portuguesa más grande en el entorno de la frontera con Galicia y su visita puede ser aprovechada también para conocer su extenso patrimonio monumental de origen romano, desde el puente sobre el Támega, en el centro de la ciudad, a las termas. El balneario, con sus aguas hipertermales y sus numerosas tiendas de antigüedades constituyen otros de sus atractivos.
El ingeniero militar francés Michel de l’Ecole, fue el responsable de adaptar muchas fortalezas del norte de Portugal, durante los 18 años que duró la Guerra de Restauración, por la que Portugal puso fin a la unidad ibérica tras la muerte de Felipe II, que fue rey de España y Portugal. Además de reforzar las defensas del castillo de Chaves, se encargó también de asegurar los de Monçao y Valença frente a la artillería que se utilizaba en aquella época. Del castillo de Monçao queda en pie parte de la muralla con sus elementos defensivos. Otros fueron demolidos al ir expandiéndose la ciudad. Al igual que Chaves, Monçao también tiene un balneario de aguas termales y se encuentra frente a Salvaterra de Miño, donde otra fortaleza, conocida popularmente como Castillo de doña Urraca, defendía la orilla gallega del Miño. Las batallas que se libraron entre los ejércitos de uno y otro país fueron frecuentes en esta zona de la frontera. Hoy el castillo de Salvatierra es propiedad municipal y en él se desarrollan numerosas actividades lúdicas y culturales.
De todas las fortalezas de frontera portuguesas, la de Melgaço es la más septentrional. Su castillo es el gran vigía del norte desde donde se llevaron a cabo numerosas acciones tanto en el siglo XII, en el que fue construido, cuando Portugal luchaba por obtener su independencia y convertirse en reino, como durante las posteriores acciones bélicas que se desarrollaron entre ambos países: las guerras fernandinas del siglo XIV y la de Restauración del siglo XVII. El casco histórico de Melgaço sigue protegido por parte de las murallas medievales y la torre del homenaje, de planta cuadrada y sólida construcción constituye el principal elemento del antiguo castillo, hoy convertida en un centro museológico. No será el único que descubriremos en esta ciudad. A muy poca distancia se encuentra el museo del cine, con la colección donada por Jean Loup Passek, el museo de la frontera, dedicado especialmente al contrabando y a la emigración y la Casa do Alvarinho, con todo el repertorio de los vinos elaborados en la subregión Monção-Melgaço de la DO Vinho Verde. Y en las afueras, las Termas do Peso, un balneario de aguas bicarbonatado cálcicas, emplazado en un parque de gran belleza natural.
Pero el exponente más relevante de la arquitectura militar de todo el Alto Miño portugués es la fortaleza de Valença. La que vemos en la actualidad fue construida en el siglo XVII, e incluso se prolongó su construcción hasta el XVIII una vez finalizada la guerra con España. El objetivo era hacer una demostración de grandiosidad con una fortificación abaluartada con niveles superpuestos en la que se puso el máximo empeño desarrollar no solo un elemento defensivo y ofensivo de primer orden, sino también de propaganda de la capacidad militar del país frente a su vecino. De hecho, cuenta la leyenda de que uno de los cañones que apuntaba hacia la catedral fortaleza de Tui tenía grabada la leyenda “Ay Espanha se te moves”.
Valença se ha extendido como ciudad extramuros de la fortaleza, pero el núcleo primigenio de esta pequeña localidad sigue encontrándose en su interior. Tiendas, restaurantes, iglesias, bares… La visita a la fortaleza forma parte de las rutas turísticas de todos los viajeros que cruzan la frontera desde Tui. Y, como es natural, las compras. Entre las que destacan todo tipo de géneros textiles para el hogar: mantelerías, toallas, sábanas… productos de alimentación, vinos, dulces y café.
Desde los miradores de la fortaleza de Valença se puede ver, al otro lado del Miño, la ciudad de Tui. Y destacando sobre el resto de las edificaciones, su catedral. Construida entre los siglos XII y XIII, tiene elementos románicos y góticos. Pero lo que más llama la atención de ella es su sólido aspecto que se ve reforzado por los elementos defensivos y militares como la torre del homenaje y los muros almenados que hay en la fachada que mira hacia Portugal.
A pesar de que han pasado siglos desde que se produjeron las últimas escaramuzas en esta frontera, todavía se tomaron precauciones a finales del siglo XIX frente a un posible conflicto entre ambos países. Fue en el puente internacional, en el que se habilitaron unos receptáculos para colocar explosivos con el fin de volarlo si ello era necesario.
Miño abajo todavía se pueden rastrear otras fortalezas. En Vila Nova de Cerveira, su castillo medieval. En la otra orilla, en Goián, la fortaleza de San Lourenzo. Más al sur, en Caminha, todavía quedan todavía resquicios de su pasado militar en la torre del reloj y en algunos pequeños tramos de su antigua muralla.
Pero las invasiones del siglo XXI son de otra naturaleza. Turistas que van y vienen. Vecinos que acuden a hacer una compra, aprovechando que algún producto es más barato allí o aquí y sobre todo, el disfrute de dos gastronomías que siendo tan próximas y con prácticamente los mismos ingredientes, resultan tan diferentes y tan atractivas para unos y para otros.
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