Los últimos pastores de Ourense

Dos de cada tres rebaños de más de cien ovejas pastan por los prados y montañas de la provincia de Ourense. Allí donde hay ovejas y cabras se reduce considerablemente el riesgo de incendio

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Foto: Miguel Ángel

Sábado 14 de mayo. Es el día de la rapa. Un equipo de cinco esquiladores llega a la explotación que Xosé Lois Álvarez tiene en A Mezquita, en A Merca, para cortar la lana a sus 230 ovejas. Ya no son polacos, son gallegos y alternan la campaña gallega, y en otras zonas de la península, con la que se realiza en las antípodas, en Nueva Zelanda y Australia, cuando aquí comienza el otoño y allí la primavera.

Esquilar requiere de una destreza en la que se combina, por una parte la rapidez y por otro, el bienestar animal. En un par de minutos dejan una oveja libre de su manta de lana, listas para pasar frescas el verano. En una mañana despachan todo el rebaño de Xosé Lois.

Con la lana ya esquilada, en A Mezquita.
Con la lana ya esquilada, en A Mezquita.

Él es uno de los 188 ganaderos que tiene un rebaño de más de cien ovejas en Galicia. De ese número, más del 60 por ciento pastan por los campos y montes de la provincia de Ourense. Son casi dos rebaños de cada tres que hay en Galicia. Pero la cifra se hace todavía más significativa en rebaños de más de 249 ovejas. Entonces son tres de cada cuatro. Los más grandes, de hasta ochocientas cabezas, se encuentran en la provincia de Ourense.

En Galicia había, al cierre de 2020 algo más de 150.000 ovejas. Una cifra que lleva décadas experimentando un constante descenso: en 1999 eran 358.292. Lo mismo sucede con las cabras, que han pasado en el mismo período de tiempo de 53.713 a 37.788 cabezas.

Xosé Lois comenzó en 1988. Es una explotación en semiextensivo, término que define aquellos rebaños en los que las ovejas pastan libremente de día y duermen de noche en un recinto cerrado y cubierto. Llegó a tener más de seiscientas cabezas. “Ya no tengo edad para ocuparme de tantas".

Xosé Lois, a punto de cumplir 58 años, se da cuenta que cuando se jubile, sus hijos no seguirán con esta actividad. “Es muy esclava, te ocupa todos los días de la semana y del año”. Nos cuenta que desde hace 34 años no sabe lo que son las vacaciones. “Puedo descansar un día, o como mucho un fin de semana. Pero lo normal es que sea del sábado por la tarde al domingo por la noche, si es que me echan una mano mis hijos”.

Las ovejas salen al campo todos los días, acompañadas por siete mastines que las protegen del lobo. “Pastan en fincas que me dejan los vecinos, a cambio de que se las limpien”. Las ovejas son auténticas máquinas segadoras, al tiempo que abonan el campo. Evitan que las tierras abandonadas se cubran de maleza.

Xurés

En Pintás, Calvos de Randín, José Valencia, consume sus últimos meses como pastor. Hace unos años tenía más de 200 madres. Ahora su rebaño está reducido a menos de una cuarta parte, aunque sigue criando en ecológico, para lo que cuenta con una finca de 42 hectáreas. José que ya llegó a los 65 años es soltero. Lleva 22 años de pastor. “El monte es mi vicio. No sabría vivir de otro modo.” Antes del rebaño de ovejas tuvo una granja de conejos pero “no hay color”, comenta.

José Valencia Álvarez, con sus ovejas ecológicas en Calvos de Randín.
José Valencia Álvarez, con sus ovejas ecológicas en Calvos de Randín.

Su pasión por el monte le llevó a echarse a él con sus animales, ayudado también por buenos perros porque, si en A Merca hay peligro de que aceche el lobo, en Calvos de Randín es una realidad cotidiana. “No es la primera vez que tengo que espantarlo a estacazos para que soltase a una de mis ovejas”, nos cuenta José. Yo no le tengo miedo al lobo, nunca ataca a un hombre. “Pero aún así, son muy astutos, actúan en manada y terminan matando siempre alguna oveja”.

El día que, quien esto escribe, conoció a Cesáreo González, en diciembre de 2017, el lobo acababa de matarle dos ovejas. Mientras charlábamos, todavía se escuchaba el aullido del agresor a lo lejos, tal vez esperando a que nos fuésemos para volver por su presa. Entonces tenía todavía 51 hembras (dos menos que el día anterior) y dos machos.

Cesáreo se jubiló el pasado mes de marzo, al cumplir los 66 años y todavía le quedan 25 cabezas de las que se irá desprendiendo poco a poco. Se convirtió en pastor hace 25 años, cuando volvió de Suiza, donde trabajó durante 19. “Quería tener algo propio, al regresar y las ovejas, aunque te atan mucho, porque dependen de ti para todo, te permiten no depender de nadie”.

Cesáreo González, ya jubilado, en Santiago de Rubiás.
Cesáreo González, ya jubilado, en Santiago de Rubiás.

Su explotación se encuentra también en Calvos de Randín, pero en Santiago de Rubiás, que hace 155 años formaba parte del Couto Mixto, un estado independiente entre Galicia y Portugal, al estilo de Andorra. Al igual que José Valencia y Xosé Lois Álvarez, sus ovejas son mestizas, una mezcla de raza autóctona gallega con otras, pero que llevan muchos años aclimatadas a las características del terreno y el clima en el que viven.

Los montes del Xurés se pintan en primavera del color amarillo de las xestas y los tojos. La cabra del Xurés ha desaparecido ya. Pero todavía existen algunos pastores que crían este animal, también en extensivo. Si las ovejas son segadoras, las cabras se convierten en auténticas desbrozadoras, pues ramonean los brotes de arbustos de todo tipo y mantienen a raya la maleza más asilvestrada.

Vilariño de Conso

Chaguazoso es un pequeño pueblo levantado a los pies de la morrena de un glaciar extinto, en Vilariño de Conso. A 1.300 metros sobre el nivel del mar, es el núcleo de población más alto de Galicia. Llegó a contar con cincuenta vecinos, todos ellos con animales: cabras, ovejas, vacas, caballos… Allí tiene su rebaño de cuatrocientas cabezas Nicanor Macía. Es uno de los dos pastores que quedan en esta parroquia.

Nicanor Macía, en Chaguazoso, Vilariño de Conso.
Nicanor Macía, en Chaguazoso, Vilariño de Conso.

Nicanor se apoya en un grupo de mastines para proteger su rebaño formado por ovejas y cabras y a ello se dedica los 365 días del año. Una mochila con provisiones y una bota de vino constituyen su equipo. En invierno, con el capote con el que afrontar las ventiscas de nieve, el frío y la lluvia. En verano, con atuendo más ligero, pero con algo de abrigo para cuando cae la fresca. Su rebaño pasa lo más duro del invierno bajo techo, alimentado con hierba seca. En primavera, se mueve por los pastos de las tierras bajas de la parroquia y en verano, sube a las más altas, por encima de la presa del Cenza, la última construida en Galicia. Allí, en un altiplano, ovejas y cabras se alimentan de la hierba más fresca incluso en pleno estío.

Al igual que Xosé Lois Álvarez, José Valencia y Cesáero, Nincanor cría su ganado para carne. La demanda de corderos y cabritos es muy estacional, y se centra, principalmente, en las fiestas de Navidad en invierno, Semana Santa en primavera y algo más extenso en la época de verano. Un consumo muy local, de carniceros del entorno y algo de hostelería. En el caso de Nicanor, cuando llega la Festa do Cabrito, en Vilariño de Conso, él es uno de los proveedores. Muchas veces, las fiestas gastronómicas sirven, precisamente, para difundir un producto local y darle salida al excedente.

Amaia Santamarta, ingeniera y técnica de OVICA, la asociación de criadores de ovino y caprino de Galicia, subraya el papel que ovejas y cabras realizan en la prevención de los incendios forestales: “El número de explotaciones de ganado ovino y caprino en Galicia es de algo más de 19.000, con 190.166 cabezas. En la mayoría de los casos hablamos de grupos de 4, 6 o 10 ovejas, que se tienen como complemento, muchas veces para mantener limpios los prados”.

Según Amaia, el cien por cien de las explotaciones gallegas están en extensivo o semiextensivo. OVICA cuenta con 150 socios que buscan apoyarse mutuamente en esta asociación que ofrece servicios desde la contratación de esquiladores y la organización de sus rutas, a la gestión de subvenciones, acuerdos para abaratar los costes de los suministros, o cursos de formación.

La edad avanzada, la falta de relevo generacional, la elevación de los costes, están retrayendo la actividad en un sector que, como es el caso de los asociados de OVICA, disponen de un sello de calidad: “Pastores de Galicia”, que asegura que la carne con esa indicación, no solo procede de animales criados en territorio gallego, también que su alimentación se desarrolla de manera natural, en extensivo por los campos y montes de Galicia.

Amaia cree que el sector ovino y caprino debería de tener mayor apoyo institucional para poder estabilizarse o crecer en vez de menguar. Buscarle una salida a la lana, como un producto que se puede utilizar como aislante natural, o en la fabricación de cobertores, de edredones de lana en vez de pluma, como los nórdicos, o fieltro, sin necesidad de recurrir al hilado y el tejido, que ya requiere de lanas de razas específicas que no se encuentran en Galicia. Eso evitaría que fuese considerada un residuo, que hay que tratar. “Antes iba para China, pero el encarecimiento del precio de los contenedores frenó esa exportación”, explica Amaia.

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