De plantar pinos en los montes de Lugo con 12 años a ser propietario de una empresa con 7.000 trabajadores: La historia de Mario González “el francés”

EMPRESARIO

Sus viajes de trabajo lo llevaron a conocer a la reina Fabiola en sus visitas a Bélgica. “Comimos juntos en cinco ocasiones y como era española hablábamos algunas veces”

Mario González, con algunas de las medallas que consiguió practicando tiro al plato.
Mario González, con algunas de las medallas que consiguió practicando tiro al plato.

Mario González nació en 1943 en Salcedo (A Pobra do Brollón), una pequeña aldea de la provincia de Lugo, y allí creció junto a sus padres y sus tres hermanos. Su infancia en la Galicia rural de la postguerra fue muy dura. “Con 12 años ya estaba trabajando en el monte, plantando pinos. Fui a la escuela hasta esa edad, pero había que trabajar para comer y tuve que dejarla”, recuerda.

Y así estuvo hasta los 17 años, cuando acompañado de su padre cruzó la frontera hacia Francia en busca de un futuro mejor. Allí trabajaron en el sector de la construcción, en la ciudad de Valence. Pero su padre no se adaptó a aquella vida y a los seis meses decidió volver a la aldea. Mario, sin embargo, decidió quedarse, aunque pronto tendría que regresar a España para cumplir con el servicio militar. Lo que no podía sospechar entonces es que su llegada al país galo cambiaría su vida para siempre.

Mario fue destinado inicialmente a Cádiz, aunque acabo haciendo el servicio militar en Ceuta. Tenía por delante 20 largos meses, que un encuentro fortuito con un capitán de Lincio, quedaron reducidos a 12. “Éramos casi vecinos y al año me dijo: ¿te quieres licenciar, rapaz?”. Así que con el petate a cuestas y los papeles franceses tomó rumbo a París.

Mario González, en su retiro de su casa en Monforte.
Mario González, en su retiro de su casa en Monforte.

Al regresar a Francia, trabajó en la Citroën, en la línea de montaje de los famosos “dos caballos”. Pero un desacuerdo con su jefe lo llevaría a dejar la fábrica, poco tiempo después. “En la Citroën me dijeron que no valía, que no servía. Así que me fui. En ese momento me dolió, pero ahora lo veo como una bendición”.

Después de dejar la Citroën, Mario encontró trabajo en el sector de la limpieza. “Era la única empresa de limpiezas que había en Francia y pronto nos expandimos en otros países como Inglaterra, Bélgica, Suiza, Alemania, Italia. Pronto pasó de ser obrero a capataz, contramaestre y finalmente a dirigir la empresa en un momento en el que el sector estaba en expansión.

Para entonces ya se había casado con una abulense y tenido a sus tres hijos.

Sus viajes de trabajo lo llevaron a conocer a la reina Fabiola en sus visitas a Bélgica. “Comimos juntos en cinco ocasiones y como era española hablábamos algunas veces”.. También llegó a relacionarse con prácticamente todos los presidentes franceses mientras estaban al frente del Ayuntamiento de París. “Trabajé con De Gaulle, con Sarkozy...con todos. Recuerdo un almuerzo con De Gaulle, un hombre imponente. No hablaba mucho, pero cuando lo hacía, todo el mundo escuchaba,” recuerda Mario.

Después de varios años de duro trabajo y viajes constantes, Mario decidió fundar su propia compañía: Icar, una empresa que montó con un amigo que trabajaba en un banco en Bélgica.

Con el tiempo, Icar pasó de ser una pequeña empresa a una de las más grandes del sector, llegando a tener 7.000 trabajadores. Mario recuerda cómo logró conseguir contratos de gran envergadura, en diversos países de Europa, como Suiza, Italia o España.

A pesar de tener una intensa vida profesional y empresarial, también tuvo tiempo para disfrutar del deporte, como el tiro al plato, un deporte que practicó con éxito y que le permitió conseguir importantes títulos, entre ellos ser campeón del mundo y ganar medallas en los Juegos Olímpicos de 1979. “Yo era cazador, así que me metí en el tiro al plato, y me fue bien. Tengo 87 trofeos y dos medallas de oro”.

Trofeos que guarda en el comedor de su hogar.
Trofeos que guarda en el comedor de su hogar.

Otra de sus pasiones fue vida nocturna parisina y sus amistades que, también, cultivó con dedicación. “Tengo 50.000 amigos, la mayoría empresarios, directivos”.

No todo fueron rosas, también hubo espinas. En 2001 sufrió un grave accidente laboral, una caída en París de una altura de 40 metros, que lo hizo permanecer 3 años en coma, y dos más en el hospital. “Yo iba con traje y corbata, pero la máquina no andaba y me subí a unos andamios y me caí al vacío. Aún no sé cómo sigo vivo”, comenta.

Divorciado de su primera mujer, y viudo de su segunda compañera de vida, al inicio de la pandemia, hoy Mario González disfruta de una vida más tranquila, después de haber vendido la empresa que fundó. Las dos, porque también tuvo otra empresa de limpiezas en Lugo, llamada “Breogan”, con 500 trabajadores. Un emprendedor nato.

En la actualidad Mario vive retirado en Monforte, va con frecuencia en Ourense, a Madrid, donde tiene casa. Incluso a París. Solo lamenta no haber tenido estudios. “Si los hubiera tenido seguro que habría sido ministro,” dice con humildad, la de un hombre que desde que salió de la escuela con 12 años para plantar pinos en los montes de Lugo, nunca dejó de luchar y que como el mismo dice: ”tengo para escribir un libro”.

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