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En las sentinas más recónditas, donde se guardan las más preciadas piezas de los archivos históricos de la Biblioteca Nacional de España, está depositada la colección de láminas a la acuarela llamada “Los Borbones en pelota”, que elaboraron al alimón durante su retiro en Toledo, los hermanos Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer, probablemente en el verano de 1869. Firmada bajo el seudónimo de SEM, la colección, -compuesta por 89 láminas de una perfección artística deslumbrante, conservadas en dos carpetas que cierran lazos de color azul- constituye una de las más extraordinarias y primorosas muestras de arte pornográfico del mundo, y sus protagonistas son, -entre otros muchos personajes del tiempo como Marfori, Prim, Olózaga, Narváez, el padre Claret, la monja sor Patrocinio, O’Donnell, o González Bravo- toda la familia real recién derrocada por la Revolución de septiembre del 68, especialmente Isabel II, su marido Francisco de Asís -llamado popularmente Paquito Natillas- y el resto de la parentela incluido el futuro Alfonso XII.
Yo poseo, como tesoro de mi muy pobre biblioteca, un ejemplar del libro de recopilación y estudio así titulado, escrito por los expertos Robert Pageart, Lee Fontanella y María Dolores Cabra, que contiene todas las láminas a color y en tamaño natural, en una edición extraordinaria y hoy valiosa, que se acompaña de varios estudios muy interesantes. Pero por más esfuerzos que he llevado a cabo, jamás he conseguido obtener un permiso que me permitiera contemplar las verdaderas obras. Ante mi pasmo, una colección de obras de arte tan impactante y extraordinaria no está expuesta al público como cabría esperar y como están “Los Caprichos” o “Los Desastres” de don Paco Goya, por poner ejemplos. Hurtados a la vista popular, ni siquiera mi cierta amistad con un ministro que lo fue de Cultura, y al que pedí que intermediara para poder verlas, me sirvió de nada. Ya he desistido.
“Los Borbones en pelota” no solo es una muestra única sino un misterio en sí mismo. Los hermanos Bécquer -pintor y escritor- eran personajes mimados por el régimen de la monarquía isabelina. Obligados buscarse la vida malamente cuando Isabel II fue expulsada, la emprendieron con ella y la Corona con la furia de estas ilustraciones salvajes, no se sabe el por qué y si fue por propia iniciativa o por encargo. Pero el misterio más grande es por qué no se han expuesto nunca y no han privado de una maravilla tan incomparable.
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