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Saber, lo que se dice saber, yo no sé de casi nada, pero, como nos ocurre a casi todos los que hemos elegido este enigmático, incomparable y traicionero oficio de periodista, poseo una cierta intuición para acercarme a asuntos que aparentemente no tienen más cera que la que arde. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo y, como casi todas las sentencias que se basan en el patrimonio cultural del pueblo llano, posee algo más que un punto de razón.
La Real Federación Española de Fútbol ha elegido una hermosa mañana de mediados del mes de agosto, cuando más pega el sol y más playera está la jornada, cuando la gente no está para otra cosa que para alejar problemas, tostarse al sol y vivir una existencia feliz y libre, para expresar la no renovación (no confundir con cese porque la víctima había concluido su periodo de contrato con el Europeo de Suiza) de la seleccionadora nacional femenina a pesar de haber obtenido la medalla de plata y consolidar su posición como una de las mejores selecciones femeninas de fútbol del mundo y sin duda la mejor de cualquier tiempo en nuestra país. Este periodo espectacular no es obra única de Montse Tomé, pero la seleccionadora ha sabido mantener la calidad y nivel competitivo del plantel que ha sido en buena parte renovado, ha tenido que tomar decisiones muy difíciles y arriesgadas, y se ha tenido que comer el marrón de Jenni Hermoso a la que no ha vuelto a convocar desde el episodio que determinó un antes y un después en el discurrir del futbol para mujeres.
Tomé ha valido como escudo humano y artículo de usar y tirar
El combinado nacional, con Jorge Vilda al frente se proclamó nada menos que campeón del mundo y entonces llegó el impresentable de Rubiales para ponerlo todo perdido. Su beso en la boca a Jenni Hermoso fue el detonante que levanto la tapa de la buhardilla y el Gobierno, que lo había protegido y encaminado a la presidencia, lo dejó tirado en medio de su propio fango, ya se dice que las ratas son las primeras que abandonan el barco antes de que se hunda.
Tomé ha valido como escudo humano y artículo de usar y tirar con el que se ha intentado –y probablemente conseguido- cerrar el triste sainete de la era Rubiales que todos quieren olvidar. Un chivo sin barba, vamos.
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