Arturo Maneiro
PUNTADAS CON HILO
El Prestige del Gobierno sanchista
La última gala de los Oscar de Hollywood celebrada en la noche del domingo, no se ha caracterizado precisamente por su contenido político, lo cual da que pensar. O la gente del cine ha rebajado voluntariamente sus implicaciones ideológicas y sociales, o la sombra del nuevo presidente de los Estados Unidos es alargada y su irrupción en el concierto internacional -que ha hecho más ruido que un elefante en una tienda de sonajeros- ha obrado el milagro de enmudecer a todo este habitualmente bullicioso colectivo.
Salvo una chapita colocada en la solapa del actor Guy Pearce abogando por una Palestina libre, el resto de los protagonistas de la noche mágica del cine no ha abierto la boca
Salvo una chapita colocada en la solapa del actor Guy Pearce abogando por una Palestina libre, el resto de los protagonistas de la noche mágica del cine no ha abierto la boca ni para respaldar a Zelenski, ni para invitar al vicepresidente Vance para que se vaya a esquiar a Rusia, ni para reafirmarse al menos en su condición liberal y perfumada de una ligera tendencia a la mano zurda si es que en los Estados Unidos tiene cabida esa condición. Sospecho que la llegada de Trump con su rotulador de color negro y del tamaño de cartucho de dinamita ha sembrado el pánico entre la gente del cine y pueden peligrar muchas cosas. La prudencia aconseja a los opositores del presidente, que en Hollywood eran legión a juzgar por las muestras recogidas en el tiempo preelectoral, aguantar y guarecerse hasta que escampe. Para que la ecuación cuadre a pesar de que probablemente se trata de una chocante casualidad, la película “Anora”, que se lo ha llevado casi todo en la gala cumbre del cine es una película ambientada precisamente entre rusos. Una bailarina de striptease y el hijo de un magnate de la Rusia de Putin se enamoran y se fugan para casarse en Las Vegas. A ver si esta producción indie va a a estar financiada por el bolsillo del propio Putin que debe tener la profundidad de un lago siberiano.
Personalmente lo prefiero así. Las galas de entrega de premios cinematográficos comenzaron a inclinarse peligrosamente por albergar mítines reivindicativos con mucha carga de ideología y mucho postureo en ocasiones coqueteando peligrosamente con el ridículo. Algunas galas de los Goya han quedado para la historia más recordadas por su discurso político que por la calidad de sus películas. Y no creo que esa sea una buena medida. Zapatero, a tus zapatos y olvidemos a los de la ceja.
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