El honor de Galicia

Asistí el día catorce de este mes de julio, mes de Galicia, al acto de entrega de la Medalla de Oro de Galicia a la Princesa Leonor. Merecida distinción a quien ocupará en el futuro –“ojalá lejano” como dijo Alfonso Rueda- la Jefatura del Estado. Un día perfecto para celebrar el perfecto engranaje de nuestra nacionalidad histórica en la España constitucional del siglo XXI. Con el acompañamiento musical, también Real, de la Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense. Fue en 1990, con ocasión de la entrega por la Reina Sofía del Premio Europa Nostra al Monasterio de Oseira –año 1137- por la restauración y conservación de este patrimonio universal, cuando se fraguó la solicitud para que los abuelos paternos de la Princesa otorgarán el título de Real al mejor embajador musical que tiene nuestro territorio.

Y digo yo que será “esencialmente constitucional”, la Carta Magna que fija las reglas del juego para todos, incluida para la Ministra que se desplazó en representación del Gobierno

Una ceremonia donde sobresalieron las dos intervenciones. El Presidente de la Xunta aludiendo a la importancia histórica de la jornada y la lealtad de Galicia a la Corona sin dejar de proclamar la importancia de nuestra lengua propia, el gallego, “hijo del latín, hermano del castellano y padre del portugués” . El Presidente de la Xunta contrapuso la inestabilidad de la política nacional con la estabilidad de Galicia avanzando “desde el diálogo, la moderación y el sentido de la responsabilidad”. Fue la Princesa Leonor la que intervino en gallego para proclamar que “a Galicia quiero venir siempre” y homenajear ese pasaje del tema “Ferrol” de Los Limones sentenciando que “aquí está mi hogar, donde se acaba el mar”. Una tierra, la gallega, que “pasó a formar parte de mí”.

Una Princesa muy cercana, amable y consciente de su papel institucional, saludando y conversando con todos aquellos que nos acercamos a saludarla. Representantes de instituciones públicas y privadas que acudimos para refrendar la gran apuesta que fue, y es, nuestra Constitución.

En paralelo, a nadie se le escapa, una “carrera para ser el más cafre” por parte de aquellos que no entienden lo que significa ser representante público. Porque la Alcaldesa de Santiago, cuyo despacho se encuentra en el mismo edificio, a metros de donde se desarrolló el acto, se desdijo de su inicial intención de comparecer –lo que sería, sin duda, su deber- y no se personó. Olvidando que gobierna para todas y para todos y no para la organización “juvenil” de su “formación” (no llegaban a dos docenas de nacionalistas los profesionales del pancartismo que protestaron ese día). Para colmo su segundo apellido es “Rei” (no puede haberlo más monárquico) ,el primero Sanmartín ( una referencia cristiana con cuyas ideas no comulga), y lleva por nombre el de una Santa. Pura incoherencia desde la cuna.

Los socialistas gallegos, ídem de lienzo, enviaron a su “viceportavoz” al acto institucional. Menudo nivel. A noventa kilómetros, el máximo irresponsable Besteiro, gran trabajador cuya única ocupación es ejercer de portavoz del partido del puño,la rosa y el Peugeot, declara que no fue porque su partido es “esencialmente republicano”. Y digo yo que será “esencialmente constitucional”, la Carta Magna que fija las reglas del juego para todos, incluida para la Ministra que se desplazó en representación del Gobierno. No creo que Besteiro tenga tan mala relación con élla que fuera la verdadera causa de ese desprecio inaceptable a quien será la futura Reina de España.

“Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras” dijo el rey Alfonso VI a Rodrigo Díaz de Vivar, como aparece en El Cantar de Mío Cid. De ahí proviene la adaptación “cosas veredes” que podemos pronunciar al ver cuestiones que expresan asombro, perplejidad o incredulidad como la espantada nacionalista y socialista en un acto de reafirmación de nuestro Estado de Derecho. ¡Enhorabuena Princesa Leonor!:cuentas con el honor de Galicia. El deshonor es para otros.