Iván González Decabo
DIARIO LEGAL
El Supremo pone en la diana al préstamo familiar
Quién no tiene hoy día una phalaenopsis en su casa? Por el cumpleaños, por el día de la madre -incluso, el del padre-, por la jubilación… Son esas orquídeas mariposa disponibles en diversos colores -del malva al blanco, pasando por el amarillo con pintas carmesí- convertidas en objeto preferente de regalo por su vistosidad, su precio asequible y por no requerir de gran cuidado, aun para quienes tienen poca mano con las plantas. Lo malo de estas orquídeas -aunque es algo común a otras especies- es su período de floración anual, que dura unas cuantas semanas, pero que, al cabo de un tiempo, concluye con una planta tan pelada que, habiendo disfrutado de su inicial exuberancia, provoca la frustración de sus propietarios; hasta el extremo de que hay quien acaba tirando la pobre mata a la basura, pensando que jamás recobrará su lozanía y esplendor.
Depende de diversos factores, pero, en Galicia, las orquídeas mariposa suelen florecer en primavera y es llegado el verano cuando se marchitan. Es por ello por lo que, en este mes en el que nos hallamos, es menos frecuente ver las phalaenopsis en flor, aunque, como las meigas, haberlas haylas. No cabe extrañarse de esto, dado que agostar es sinónimo precisamente de ello; es decir, de secar y abrasarse las plantas.
En verdad, si se cuidan bien, las orquídeas pueden florecer no sólo una vez al año, sino dos
El mes de agosto debe su nombre a César Augusto que, siguiendo el ejemplo de lo sucedido con Julio César, bautizó así al actual octavo mes del año -antes era el sexto- aunque con un leve matiz: el mes de julio fue renombrado en el año 44 a.C. como homenaje póstumo del Senado al conquistador de la Galia, asesinado en los idus de marzo de ese mismo año; mientras que, en el caso de agosto, el cambio se produjo en vida del propio emperador. De hecho, circula incluso una leyenda -probablemente falsa- según la cual, inicialmente, el mes de julio constaba, como ahora, de treinta y un días, en tanto que el de agosto tenía tan solo treinta. Y se dice que, cuando se cambió el nombre al octavo mes, se decidió al mismo tiempo alargarlo un día más, para equiparar a ambos caudillos, de modo que sus respectivos meses tuvieran idéntico número de días como sucede en la actualidad.
Augusto, en realidad, ganó la guerra de la memoria. Fue el primer líder occidental que empleó la propaganda no solo para convertirse en mito, incluso en vida, sino también para justificar su poder; proyectando su figura como el salvador de Roma, aunque, en realidad, estaba creando un sistema de gobierno completamente nuevo. Fue un maestro en construir su imagen pública y legitimarse sin parecer un dictador. Julio César hubo de gobernar en guerra casi constante y, pese a un carisma capaz de inspirar lealtad inmediata, murió por la mano de su propio hijo adoptivo, entre otros.
En cambio, Augusto falleció de viejo, en su cama, tras haber consolidado la “pax romana”. A la luz de la propaganda, hizo florecer un imperio una vez que él mismo pudo controlar todos los factores, al igual que la orquídea únicamente florece cuando se dan las condiciones perfectas. Porque, en agosto, las orquídeas reposan, pero no mueren. Para hacer que florezcan de nuevo sólo se requiere algo de paciencia y un consejo clave: si el tallo sigue verde, hay que cortarlo por encima del nudo; pero, si se secó, es mejor cortarlo del todo, cerca de la base. En verdad, si se cuidan bien, las orquídeas pueden florecer no sólo una vez al año, sino dos. Esto quiere decir que, en ocasiones, se pueden recuperar en septiembre.
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