Alberto Fernández, boxeador y ex toxicómano ourensano: “Lo que pretendo es que el milagro que yo experimenté se haga en otros”

ENTREVISTA

Alberto Fernández Diz empezó a los 20 años con el alcohol y las drogas. Hoy en día lucha contra las adicciones y mantiene su compromiso con la prevención del consumo de sustancias psicoactivas

Fernández Diz mostrando sus dos libros autobiográficos.
Fernández Diz mostrando sus dos libros autobiográficos. | Iago Cortón

Alberto Fernández Diz tuvo la gentileza de cedernos una entrevista para hablar abiertamente de su lucha contra las adicciones, su filosofía de la vida, y su compromiso con la prevención del consumo de sustancias psicoactivas. Él empezó a los 20 años con el alcohol y las drogas.

Pregunta. ¿Cuándo y cómo comenzó con el consumo de drogas?

Respuesta. Considero que además de alcohólico y toxicómano, soy algo ludópata, y sobre todo, que tengo mis defectos de carácter. Tendría 20 o 21 años cuando entré por la senda de “este camino” que desde entonces ha sido una lucha, una guerra constante. Se trata de una curiosidad innata, de algo que en el fondo no tiene principio ni fin. Hay solo eso, circunstancias en las que uno se ve envuelto, propuestas a las que en el fondo todos somos vulnerables. Esta enfermedad lo que tiene es que te arrodillas para dejar de sufrir, pero yo escuché a tiempo una voz dentro de mí que me reveló que yo quería vivir de pie y no arrodillado. Ahora, ante lo único que me arrodillo es ante un poder superior, llamémoslo budismo catolicismo, como se quiera. Dios, es amor y el budismo es paz.

P. ¿En qué momento sintió usted que necesitaba ayuda?

R. Fue ese momento en yo creí que podía hacerlo todo a un tiempo: drogarme, hacer deporte, hablar con gente toxicómana, gente sana, y que podría estar en el mundo de la cultura. Fue en ese momento en que mi propia fragilidad me hizo sentir invencible. Y como nadie es un superhéroe, entonces me hundí. Pero me abrí a la ayuda y poco a poco fui mejorando y aprendiendo de lo que me rodeaba. Aunque sea un enfermo adicto, tengo mi misión: ahora sigo con Doble A, que me salva la vida. Lo que pretendo ahora es que el milagro obrado en mí, florezca en otros. Todo adicto tiene su diablo y su parte angelical. El equilibrio lo encuentras cuando eres capaz de reconocerte, es un camino que empieza en tu interior.

P. ¿Qué hace ahora para mejorar su entorno?

R. Contar mi historia a quienes pueda servirles, como una forma de sentirme parte de algo. Escribir es una forma de cicatrizar. Una palabra puede cambiar una o varias vidas. Por eso escribí “En el barrio me llaman Chino” e “Instantes y suspiros de una madre”. Si dejas que otros se asomen y vean lo que hay dentro de ti, ya no estás ni tú ni ellos perdidos. Por ejemplo, yo no digo “paz”, yo la siembro y la veo florecer en otros. La clave está en la paz, y escribir es una forma de encontrarla.

P. Su madre, Carri, ha sido vital para usted...

R. “Madre coraje” ha sido la mía. Ella es valentía pura, fuerza, amor, risa, es muy delicada, pero puede ser muy dura. Se enfrentó con determinación a un alcohólico y a un toxicómano. Me ha hecho crecer, ser sonrisa, cuerpo de hombre, mentalidad de niño, corazón de caballo y sangre de león. Sin ella yo estaría muerto, o más destrozado que entero. Más hundido, y con más oscuridad. Sin ella yo sería la persona que no querrías mirar, ni tocar, ni que te pase a un kilómetro de distancia. Mi madre revienta todos los moldes con una explosión de raíces. Ella se desvive por mí, y yo vivo por ella.

P. Si llega a sorprender a alguien que está a punto de efectuar su primer consumo, ¿qué haría?

R. No sería regañón, pero le diría, que hay algo más, que es la alegría de vivir, eso es lo primero. Después, si quieres hacerlo, lo harás igual, ¿no? Pero es un juego del que no se sale, es un abismo al que no asomarse es lo mejor. Hay cosas que matan, o peor, te dejan hecho una miseria humana. Si no quieres intoxicarte, lo mejor es no beber agua contaminada, y esta agua del consumo está contaminada por más que prometa calmar la sed.

P. Usted se debate entre dos identidades, el Chino y Alberto Fernández…

R. El Chino es el personaje que no meterías en tu casa, el que no querrías ver cerca porque es pelea, ira, narcisismo. El malo de la película que nunca muere. En cambio, Alberto Fernández es constructor, es generoso, es un hombre que lucha por la felicidad. Es alguien que puede sacar un pedazo de pan y aplacar el hambre de un país, es quien yo intento ser todos los días.

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