Ourense, punto neurálgico del cobre robado en el rural con destino China

BANDA INTEGRADA POR 5 RUMANOS

La organización criminal estaba integrada por cinco miembros y dirigida por una mujer. Sustraían el material en toda Galicia para luego enviarlo en contenedores desde Oporto al país asiático

Publicado: 19 jul 2025 - 06:00 Actualizado: 19 jul 2025 - 20:30

El cable de cobre encontrado en Pereiro de Aguiar (imagen superior derecha) dio origen a la investigación.
El cable de cobre encontrado en Pereiro de Aguiar (imagen superior derecha) dio origen a la investigación.

Un incendio en Pereiro de Aguiar en mayo de 2024 fue el punto de partida de una investigación que permitió al Servicio de Protección a las Naturaleza de la Guardia Civil de Ourense (Seprona) desarticular un grupo criminal, formado por cinco integrantes de nacionalidad rumana, dedicado a robar cobre por toda Galicia, el cual acababa en China tras pasar presuntamente por una chatarrería de Tamallancos, que funcionaba como punto intermedio, según fuentes consultadas por La Región. Posteriormente, era enviado al país asiático mediante contenedores que partían en barco desde Portugal.

El grupo criminal, instalado entre la ciudad y Xinzo y dirigido por una mujer, funcionaba como una empresa y no escatimaba en herramientas para realizar su “labor”, con la que podían conseguir en torno a entre 10.000 y 15.000 euros diarios. De hecho, el verano pasado los viajes para robar, a distintos puntos de Galicia, fueron muy frecuentes.

Eran muy profesionales y siempre iban a tiro fijo. Salían desde Ourense en furgoneta, siempre de noche, y se dirigían a zonas muy aisladas, muchas de ellas despobladas, por lo que pasaban días hasta que alguien se daba cuenta del robo. Allí, con un rol definido, cortaban y pelaban el cable sin que hubiese casi nunca salto de alarma, lo que denotaba que sabían perfectamente cómo y dónde actuar.

Esto llamó poderosamente la atención de los investigadores, quienes posteriormente descubrieron que se debía a que uno de los miembros del grupo, Petrica S., había trabajado en una empresa que gestiona el tendido de cobre en el rural, por lo que tenía el mapa del cableado y el conocimiento de lo que se podía cortar y de lo que no.

Tras cortar el cobre, lo dejaban escondido en el monte dos o tres días como cautela ante cualquier imprevisto, como que el cable estuviese alarmado, y tras ese tiempo prudencial se trasladaban nuevamente al lugar. Al llegar, tomaban nuevamente precauciones, para ello daban un paseo por la zona acompañados de un perro para disimular. Una vez comprobaban que todo había salido correctamente, lo recogían y lo transportaban.

Durante este proceso también le prendían fuego al cobre por dos cuestiones, una económica y otra logística. Este material sin limpiar se vende a 2,50 euros el kilo mientras que limpio su precio asciende hasta los cinco euros por kilo. Además, es más maleable y más fácil de almacenar y esconder una vez arde porque el volumen que ocupa es menor.

La ruta Ourense-China

El último paso era venderlo y en este caso es fundamental encontrar a alguien que lo adquiera a sabiendas de su origen ilícito. El delito no se comete si no hay nadie que lo compra y en este caso presuntamente una chatarrería de Tamallancos recepcionó cobre robado por esta banda. El material acababa en China tras ser enviado a través de un contenedor que partía desde el puerto de Oporto (Portugal).

En ocasiones, incluso los propios “recuperadores” portugueses, encargados de recibir el material robado, venían a por él a Ourense. Cuando tenían el contenedor lleno y el cobre alcanzaba un precio alto en el mercado, se efectuaba la venta y la carga del contenedor en el buque destino China. De hecho, en las últimas investigaciones en la provincia por robo de cobre, los agentes descubrieron que todo el material sustraído acabó en el país asiático.

Se cerró el círculo

En el caso de la chatarrería de Tamallancos, la Guardia Civil investigó a su propietaria, vecina de Amoeiro de 48 años, como presunta autora de un delito de receptación, ya que se incautaron en su negocio de más de 1.300 kilos de cableado de cobre. Las penas por este delito cometido desde una empresa con ánimo de lucro pueden llegar a los tres años de prisión, 24 meses de multa, la inhabilitación especial para el ejercicio de su profesión de dos a cinco años y el cierre temporal o definitivo del establecimiento.

La investigación de la Guardia Civil se caracterizó por la paciencia, ya que dar con el receptor del cobre y poder demostrar el delito no es sencillo. La gran dificultad es que el material robado pasa muy poco tiempo en la chatarrería, prácticamente ni lo tocan, tal y como entra sale.

La Guardia Civil realiza muchas inspecciones en chatarrerías y desguaces, por lo que los receptadores intentan deshacerse rápido del material ilícito porque, en caso de que los agentes lo descubran, no pueden justificar su procedencia, ya que no resulta creíble que no sepan que es robado.

Además, se paga en dinero en B para que no quede registro. Este entramado dificulta las labores de investigación, aunque la unidad del Seprona de la Guardia Civil consiguió desarticularlo y así dar un golpe duro al robo de cobre en la provincia, ya que ahuyenta a posibles compradores de este material obtenido ilícitamente y, sin compradores, no hay negocio.

La actuación policial

Por todo lo mencionado, el cobre es un material sale notablemente a cuenra para la economía de los ladrones, pero que también supone un grave perjuicio para los ciudadanos. Así actuaba la Guardia Civil contra los autores del robo de cobre que paralizó el AVE Madrid-Sevilla el 4 de mayo.

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