Cristina, ourensana superviviente de cáncer: “Yo estaba en la mala vida y fue como un empujón para arriba”

CÁNCER DE MAMA

A falta de solo unos días para que se termine el denominado Mes del Cáncer, hablamos con Cristina, superviviente de esta enfermedad

Cristina junto a su oncóloga Leticia.
Cristina junto a su oncóloga Leticia. | Marcos Atrio

Era 27 de abril. No olvida Cristina Pérez la fecha en la que recibió la noticia que cambiaría su vida. La lleva grabada, como dice ella. El día en el que le dijeron que ese bulto que -pensó- sería grasa, tenía un nombre mucho más agresivo. El cáncer llegó a su vida de forma inesperada, rompiendo todos los esquemas hasta ese momento establecidos y actuando a su vez como punto de partida para una nueva vida.

Cristina se encontró un bulto en un acto cotidiano, cuando iba a ducharse en el que sería un día más de su rutina. La apariencia de grasa o quizás el miedo silencioso a que pudiera ser algo más grave, fueron los causantes de que decidiera esperar seis meses para acudir, ya con visibles rasgos de preocupación, a un médico de cabecera que rápidamente la derivó a los especialistas encargados de hacerle una mamografía, una biopsia, y, finalmente, de darle un resultado. La crudeza del nombre que se esconde bajo un resultado y los apelativos que le acompañan fueron a su vez los encargados de darle una dosis de dopamina que llevó a Cristina a afrontar la enfermedad bajo el escudo de una actitud sorprendentemente positiva: “¿El proceso de recuperación? A tope. Sobre todo mentalmente. Dije ahora o nunca”.

"Antes ya vivía, pero no era yo", admite Cristina

Fueron diez meses en los que la quimioterapia, la cirugía y la radioterapia actuaron no solo contra ese tumor que amenazaba su futuro, sino contra los propios fantasmas de una misma y las malas decisiones del pasado que la habrían llevado al mismo final. “Yo estaba en la mala vida y sinceramente fue un empujón para arriba. Antes ya vivía, pero no era yo. Estaba en un mundo en el que no era persona. Ahora me levanto, disfruto de los días, trabajo y soy feliz”, reconoce emocionada bajo la mano -ya amiga- de quien fue su compañera y guía en uno de los caminos más difíciles de su vida. Leticia Iglesias fue su oncóloga durante los meses de tratamiento, y sigue siendo hoy la encargada de supervisar cada una de las revisiones, a las que Cristina llega, casi un año después de su primer encuentro con esa consulta, “sin miedo”, palabra que dice haber descartado de manera oficial de su vocabulario.

Para su oncóloga, el de Cristina es un caso singular. “Le ha cambiado la vida -aunque suene mal- a mejor. Hay veces que te ves en el hoyo, y yo siempre les digo a mis pacientes que va a haber luz al final del túnel. Y en este caso hubo una luz mucho más resplandeciente de la que llegó”. Palabras que suenan con la empatía de quien, además de tratar casos de cáncer, también lo ha vivido en carne propia: “Si le han dado ese diagnóstico a mis pacientes, por qué no iba a tocarme a mí, si yo no soy especial”. No opina lo mismo Cristina, pues para ella, Leticia sí es especial. Como lo son Walter, Marcos o Adela, entre otros muchos nombres. Personal sanitario que atendió cada una de sus necesidades durante unos meses en los que el hospital se convirtió en una segunda casa y que siguen recibiéndola entre abrazos ahora que viste todavía más esa sonrisa que le ayudó a superar los meses de enfermedad.

Contenido patrocinado

stats