DENUNCIAS DE LOS LECTORES
Cronista local | Las denuncias de los vecinos de Ourense hoy, domingo, 21 de diciembre
PRÓSTATA
Juan Manuel Fernández tenía 56 años cuando recibió el resultado de las pruebas que confirmaban que tenía cáncer. Camionero de profesión, acababa de vivir seis años antes un aparatoso accidente que le obligó a jubilarse de forma prematura: “Un conductor que se quedó dormido chocó su camión contra el mío. Me jubilé a los 50 y unos años después me dan la noticia de la enfermedad, pero no te queda otra que aceptarlo, qué le vas a hacer”.
Un doble superviviente que recuerda ahora, desde el mismo hospital en el que recibió la noticia, y camino ya de los 70, cómo acudió a una revisión como de costumbre, cuando su médica le recomendó visitar a un urólogo, que días después le mandaría una biopsia que determinaría que “había un tumor y que había que radiar”. La orina ligeramente más fina y la dificultad para mantener las erecciones fueron los únicos síntomas que Juan Manuel pudo señalar cuando le diagnosticaron cáncer de próstata: “No tenía dolores, yo me encontraba bien”.
La tranquilidad fue el pilar sobre el que se sustentó todo un proceso que, como a otros muchos pacientes, le hizo ser consciente de la existencia de la muerte. Pero la impagable ayuda de su familia, que estuvo presente en todo momento, le sirvió de apoyo en cada pequeña recaída. En total, fueron 42 sesiones de radioterapia que le permitieron, junto al resto del tratamiento, contar ahora a sus nietos la experiencia de vida que le ha traído hasta aquí diez años después: “Me decían que no tuviera miedo, que había muchas cosas con las que calmar el tumor, que había cientos de formas de combatirlo y todo eso me ayudó a tener esperanza”.
Esperanza fue también lo que le transmitió su oncólogo, Ovidio Fernández, con quien ha creado un lazo de unión que se percibe con solo dar un paso al interior de la consulta. “Aquí estamos, como padre e hijo”, reconoce un sonriente Juan Manuel que -dentro de la angustia que enmarca lo vivido- siente el alivio y la felicidad de quien ya solo tiene que acudir al hospital para llevar un seguimiento preventivo.
Se contagia esta felicidad a Ovidio, que ve en Juan Manuel a uno de esos pacientes que se quedan grabados en la retina: “Él ha hecho un tratamiento multidisciplinar con muchos especialistas. Ha tenido sesiones con el urólogo, radioterapeuta, oncólogo… Ahora se encuentra fenomenal y es todo un ejemplo”. Admirable en cuanto a superación y una muestra clara de cómo “se ha mejorado de manera sustancial en los tratamientos locales y sistémicos que permiten una calidad de vida en los pacientes oncológicos”.
Son estos mismos avances los que alaba Juan Manuel, al igual que hace con los servicios públicos: “Tenemos una Seguridad Social que es de admirar. Es algo que se ve. Yo por suerte no me fui, pero tengo conocidos que han emigrado y fuera las cosas no son así. Esto es una suerte y hay que cuidarlo”.
A su primer médico, “un venezolano llamado Rubén Darío”, al urólogo, a los enfermeros, a Ovidio y a todos los agentes que formaron parte activa de su recuperación. A todos ellos agradece Juan Manuel que le hayan hecho posible el poder ser él, el que lleve a sus nietos al fútbol.
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