Manuel Outumuro, fotógrafo: “Sé hasta qué punto puede llegar mi lucha para no dañar a los demás”

AFILANDO INCONFORMISMOS

Manuel Outumuro, fotógrafo internacional nacido en A Merca (Ourense), afila su inconformismo con La Región

Publicado: 22 sep 2024 - 07:00 Actualizado: 22 sep 2024 - 14:24

Manuel Outumuro afila su inconformismo con La Región
Manuel Outumuro afila su inconformismo con La Región

Manuel Outumuro (A Merca, 1949), ha inaugurado esta semana, en Ourense y en A Merca, dos exposiciones donde conviven lembranzas y glamour. Este fotógrafo, reconocido internacionalmente, ganó el prestigioso Premio Lucie en 2022, el mismo año en el que se le concedió el de Ourensanía. “No renunciaría a ninguno por nada, por respeto a quien me los dio”, asegura. Dejó el diseño gráfico por la fotografía y se prometió no volver a hacer nunca concesiones, “y lo conseguí, aunque reconozco que he perdido grandes trabajos por eso”. Lo ha hecho todo o casi todo en la moda y los retratos, pero no ha conseguido saldar sus cuentas pendientes: Geraldine Chaplin y Ángela Molina, “aunque he estado más a punto con Ángela”.

Su exposición se titula “O Anxo que nunca fun”. ¿Cree en los ángeles?

Sí, sigo creyendo. Más en los ángeles que en otras identidades de muchas de las religiones que hay.

Por oposición, ¿cree en los demonios?, ¿lucha contra alguno?

No tanto. Pienso más, quizás por mi tendencia a ser positivo, en los ángeles que en los demonios. Creo que no tengo demonios con los que luchar. No tengo luchas, ni me busco enemigos que considero que me hacen perder el tiempo.

En estos tiempos ¿resulta fácil mantener esa tendencia a ser positivo?

Es difícil y me preocupa que, sobre todo representantes políticos, crispen tanto la situación para que nos busquemos enemigos donde no los hay.

La emigración en su vida ha estado muy presente. Con sus padres en Venezuela hasta los 10 años y después emigrando todos a Barcelona. ¿Qué marcas le quedaron?

Hombre, deja un desarraigo del que no empiezas a ser consciente hasta que llegas a una edad. Yo hasta ahora no lo fui y, quizás por eso, no había hecho antes una exposición en la que me implicara tanto personalmente. Creo que tiene algo de terapia contra esa ausencia y ese desarraigo. A los diez años me sacaron de aquí, y si bien me crie rodeado de un gran afecto, en una situación nada extraña, porque todos los niños en el pueblo estábamos igual, con los abuelos, sí que con el tiempo puede que esta muestra sea una recuperación de algo que quedó pendiente.

Creo que la fotografía y la verdad es imprescindible en el fotoperiodismo, en fotos que, aunque desgraciadamente está pasando, no deberían ser nunca manipuladas

El barro de su infancia, asegura usted, le ha mantenido en la tierra. En todos estos años, ¿nunca ha corrido el riesgo de despegarse de ese suelo y perderse?

Creo que no criarme con mis padres hasta los diez años tuvo su lado positivo, que fue crecer sin la presión que los padres suelen poner a los niños a esa corta edad. Eso me hizo crecer como un alma libre en ese pueblo de A Merca. Después, cuando fui a vivir con mis padres, ellos nunca dejaron que perdiera esa procedencia. Así que nunca me perdí, ni cuando vivía en Nueva York.

¿Cuál es el enemigo de un buen retrato?

Que el retratado llegue al estudio con una idea preconcebida, casi siempre equivocada, de cómo quiere verse representado. Hay que desposeerlos y limpiarlos de esa actitud, que la cámara detecta, antes de disparar. Un retrato tiene que tener alma, si no hay algo que te emocione en él, es un retrato vacío.

Manuel Outumuro _ Afilando Inconformismo
Manuel Outumuro _ Afilando Inconformismo

¿Debe haber seducción?

No pienso tanto en la seducción como en la naturalidad, aunque mis fotos tengan mucho artificio. Están muchas veces construidas antes de disparar. Eso no impide que el día de la sesión prescinda de lo que he hecho, si hay cosas que superen esa construcción, como la luz, porque sería absurdo no aprovecharse de ellas. Pero no pienso en la seducción como algo imprescindible del que está retratado.

Habla de construcción. Fotografía y verdad, ¿cómo debe ser esta relación?

Creo que la fotografía y la verdad es imprescindible en el fotoperiodismo, en fotos que, aunque desgraciadamente está pasando, no deberían ser nunca manipuladas. Pero cuando se trata de una fantasía, de una recreación, de una foto construida que después la llevas al papel, ahí se permite todo, y eso forma parte de la fotografía y de su historia.

¿La inteligencia artificial puede poner en riesgo el trabajo de los fotógrafos?

Cuando oímos nuevos términos y nos enfrentamos a nuevas tecnologías y nuevas situaciones lo primero que nos da, al menos a mí, es rechazo y miedo. Pero tengo que reconocer que después, y tengo la experiencia del paso del analógico al digital, te mejoran la vida en muchos aspectos. Cualquier cosa puede ser un arma hoy en día, incluso la información, pero yo quiero creer en el ser humano y que todos estas nuevas propuestas que nos brinda la tecnología serán usadas por el lado bueno y positivo que nos ofrecen.

Nunca he tenido la sensación de que Galicia me debía algo, más bien de que me había dado

El mundo creativo, ¿avanza o retrocede?

Creo que vamos para adelante, sobre todo en la capacidad que hay hoy de integrar a más gente. También hay más facilidades para dar a conocer su talento. Antes eran capillas muy cerradas en todos los aspectos, había las siete artes y eran esas siete capillas. Era muy difícil entrar y salir, sobre todo, para alguien que viniera de una clase más baja y de una que no tuviese acceso a la cultura que le facilitase poder crear y expresarse.

Reivindica la fotografía como el octavo arte. ¿Está cerca?

Estamos cambiando. Si miro de lejos la fotografía, me abstraigo y olvido que soy fotógrafo veo que, entre las generaciones más jóvenes hay un culto por la fotografía que antes no notaba, era más de coleccionista. Este es el lado amigo. Por otro, en el lado enemigo, veo el exceso de su uso, es decir, la propia fotografía puede devorarse a sí misma con tanto exceso de imágenes.

¿Se ha sentido profeta en tu tierra?

Nunca he tenido la sensación de que Galicia me debía algo, más bien he tenido la sensación de que me había dado. Sobre todo, esos diez años que para mí son una continua fuente de inspiración, de fuerza creativa. Siempre he tenido una sensación de agradecimiento.

¿Se siente inconformista?

Es una obligación hacerse inconformista. Forma parte de eso que decía antes, de crecer como un alma libre, que te agiliza, quizás de alguna forma, pensar también de una forma libre, pero a la vez respetuosa. Sí, soy inconformista, pero sé hasta qué punto puede llegar mi lucha para no dañar a los demás.

¿Sabemos ser libres?

Eso es muy confuso para mí. A veces pienso que sí lo sabemos y otras que hay una generación que no lo sabe y eso me produce cierta tristeza.

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