Los narcopisos de Covandoga tenían horarios y normas de comportamiento

LAS CUATRO REGLAS

En el barrio de Covadonga se concentra el mayor número de narcopisos de la ciudad de Ourense. En ellos, hay normas de obligado cumplimiento. En su interior, hay estancias pensadas para garantizar el consumo de la droga y zafarse de la Policía.

La narcosala con carteles de los productos que venden en el número 4 de la calle Júpiter (tercero izquierda). Las rejas de la puerta del fondo dan acceso al búnker. A la derecha, Puerta metálica en un narcopiso de la Plaza de Covadonga, número 2, derecha.
La narcosala con carteles de los productos que venden en el número 4 de la calle Júpiter (tercero izquierda). Las rejas de la puerta del fondo dan acceso al búnker. A la derecha, Puerta metálica en un narcopiso de la Plaza de Covadonga, número 2, derecha.

A la Plaza de Covadonga llega el autobús, los números 7 y 4, con frecuencias cada media hora, aunque también se sube fácilmente a pie. Casi tres kilómetros desde el Parque de San Lázaro que precisan poco más de media hora. En bus o andando se accede al barrio ourensano de los narcopisos, a los que acuden diariamente cientos de personas consumidoras de todo tipo de sustancias estupefacientes. Entre el 1 de enero de 2020 y el 16 de mayo de 2025, los policías de Seguridad Ciudadana intervinieron 762 actas de drogas y 143 de armas.

Los narcopisos no son el lugar de residencia o morada de propietarios o usuarios. “Dada la actividad para la que se destinan habría que definirlos como establecimientos o locales abiertos al público, donde se despacha, suministra y comercia con sustancias nocivas para la salud, cocaína y heroína, se adulteran y manipulan para la venta y se favorece y se facilita el consumo en las narcosalas incluso a personas vulnerables o sometidas a tratamiento de deshabituación”, destaca la Policía en el atestado entregado al juzgado en la operación Copérnico, en la que incautó 3,2 kilos de heroína, 700 gramos de cocaína, 450 de rebujito (mezcla de ambas drogas), 300 de hachís y más de 17.000 euros en efectivo.

Funcionan, aseguran los agentes del Grupo de Estupefacientes de la Comisaría de la Policía Nacional, “como auténticos supermercados de la droga”. Despachan “las 24 horas del día”. En esos inmuebles se vende a destajo. Hay bebidas (el agua a 1 euro y el Kas de naranja y la cerveza a 1,50) porque se brinda la opción de consumir dentro, en las llamadas narcosalas. También hay cigarrillos sueltos a 0,50 céntimos o el papel de fumar a 0,05.

El sistema de videovigilancia permite ver qué ocurre en el exterior.
El sistema de videovigilancia permite ver qué ocurre en el exterior.

En la última operación policial llevada a cabo en el barrio, antaño conocido como “Wichita”, el punto de mira se puso en los narcopisos más activos: el bajo derecha del número 2 de la Plaza de Covadonga así como otros cinco en el número 4 de la calle Júpiter (primero izquierda, segundo derecha, segundo izquierda, tercero derecha y tercero izquierda).

Prohibido

En este tipo de establecimientos dedicados a la venta de droga hay normas de obligado cumplimiento, decididas por sus responsables para poder acceder y consumir. Los carteles colgados en las paredes así lo advierten: “Prohibido usar móvil”; “no se puede trapichear nada de nada aquí dentro”, “aquí no se viene a pedir” o “no toquéis lo que no es vuestro”. En otro de ellos está “prohibido tirar la comida” o “llevarse los vasos y ceniceros”.

Un cartel con las normas impuestas a los clientes por los responsables del narcopiso.
Un cartel con las normas impuestas a los clientes por los responsables del narcopiso.

El funcionamiento es muy similar en todos. En la vía pública hay un “aguador”, próximo a los puntos de venta, que advierte de la presencia de las unidades policiales o imprevistos; el “portero” franquea la entrada a los consumidores habituales. No deja pasar a los desconocidos o personas con deudas o que hayan protagonizado altercados previos. En el interior, hay una habitación tipo búnker en donde se guarda la droga, se manipula y se preparan las dosis, así como el dinero recaudado. Es atendido las 24 horas por un encargado de confianza que despacha las dosis a través de un ventanuco o reja. Esta función la suelen realizar dos personas en turnos de 12 horas cada uno.

El búnker de uno de los narcopisos, con un archivador con las dosis ordenadas por precio y sustancia.
El búnker de uno de los narcopisos, con un archivador con las dosis ordenadas por precio y sustancia.

Una vez adquiridas las dosis, los consumidores tienen a su disposición las narcosalas, controladas por los porteros para evitar altercados y que se cumplan las normas.

Un horno de fundición para destruir la droga en caso de una redada policial.
Un horno de fundición para destruir la droga en caso de una redada policial.

Los responsables de estos lugares suelen hacer reformas cada poco tiempo, reforzando puertas y ventanas, instalando rejas, placas de metal o cámaras, parapetando el lugar en un claro intento de impedir la posible entrada o retrasarla para destruir la droga u otras pruebas. Los hornos de fundición en el interior del búnker son buena prueba de ello.

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