La ourensana Jennifer González no puede volver a casa por la guerra Irán-Israel

Maletas preparadas e ilusión por poder volver a casa, aunque solo sea para pasar las vacaciones. Así se despertaba ayer Jennifer González, una ourensana residente en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), que tenía previsto llegar hoy a Ourense para disfrutar del verano con su familia. Para ello volaría primero hasta Catar y desde allí a Madrid, para después coger un tren a Galicia. Una travesía que ya de primeras se veía ajetreada y aún acabó siendo más complicada.

Los planes que había preparado se vieron truncados por el conflicto entre Irán, Estados Unidos e Israel. “Por la mañana recibí un recordatorio de hacer el, pero en cuanto llegué al aeropuerto vi que estaba llenísimo y no había nadie haciendo cola para Doha”, explica. Catar había cerrado sus fronteras durante la noche, desviando los vuelos que en ese momento estaban en el aire, pero desde la aerolínea “no informaron a nadie con vuelos para hoy”, asegura la ourensana. “No nos pueden poner en ninguna vuelo de otra compañía porque no es culpa de la aerolínea, sino del país”, indica González.

La solución que le ofrecieron fue reubicarla en otro vuelo para el momento en el que vuelvan a abrir las fronteras, “algo que no saben cuándo sucederá”. En este sentido, esta ourensana empezó a barajar la posibilidad de realizar otras conexiones para poder llegar hasta su destino, algo que no fue precisamente una tarea sencilla. “Pregunté qué aerolíneas vuelan, pero algunas lo tienen todo reservado hasta el 2 de julio y otras han hecho ”, cuenta. Con todo, se le presentó una opción que acabó aceptando aunque no fuese económicamente atractiva. “Una de las compañías me dijo que les quedaba un asiento con escala en Dubai y en clase business, me gaste 2.500 euros siendo la única opción de llegar a casa”, reconoce González, que no podía imaginarse que la situación continúe yendo a peor y siga sin poder ver a su familia.

“El miedo que tengo ahora es que los Emiratos Árabes también cierren fronteras mientras estoy volando y me quede allá”, apunta, “más allá de pensar que no nos pase nada mientras volamos, que también es un miedo real”. Así, lo que debería haber sido un día cansado, pero ilusionante por volver a Ourense después de muchos meses, se acabó convirtiendo en una odisea pendiente de llegar a su fin. Espera que sea lo más pronto posible, aunque viendo la situación, la seguridad se convierte en algo más importante que la inmediatez.