158 pueblos sin vecinos en la provincia de Ourense: el rural lucha por resistir el abandono
13 MENOS EN 5 AÑOS
El rural de la provincia de Ourense se resiste al abandono: 13 aldeas menos deshabitadas en 5 años. La provincia tiene 158 pueblos sin ningún vecino, solo uno más que en 2023, deteniendo así la hemorragia demográfica
Ocho pueblos se quedaron sin habitantes entre 2023 y 2024: Cima de Vila, San Martiño, Muradelle, A Granxa, O Vao, O Silvar, Barrasusa y Vilameá. Siete pueblos se unieron en 2024 a la lista de los que cuentan con al menos un habitante: Porteleiro, Eilabai, Parteme, Carbuíz, Xeás, A Carreiriña, Áspera. En el año 2024 había 158 aldeas sin ningún habitante en la provincia, 60 más que en 2004, cuando había 98. Sin embargo, la provincia ha detenido la sangría.
Justo antes de la pandemia, el rural ourensano llegó a su techo de abandono. Al cierre de 2019 había 171 aldeas deshabitadas en la provincia. A principios de 2020, llegó el coronavirus a toda España y desde entonces la tendencia se revirtió. En un lustro, hay 13 pueblos más que conforman la lista de los que tienen al menos un vecino. Un dato que supone un balón de oxígeno y un rayo de esperanza para un rural ourensano que ve en el envejecimiento de la población y la emigración hacia las ciudades sus mayores enemigos para su supervivencia.
Así lo muestran las cifras del nomenclátor del Instituto Nacional de Estadística (INE). La última estadística disponible, relativa al año 2024, refleja que hay en la provincia 158 aldeas que no tienen ningún habitante. Pese a que se produce un incremento respecto al año anterior –uno más–, la tendencia muestra como la provincia ha logrado estabilizar el número de pueblos deshabitados por debajo de los 160.
En 2024, frente al año anterior, se unieron a la lista de los pueblos abandonados ocho aldeas: Cima de Vila (Bande), San Martiño (O Barco), Muradelle (Cortegada), A Granxa (Gomesende), O Vao (Manzaneda), O Silvar (Paderne de Allariz), Barrasusa (A Peroxa) y Vilameá (Ramirás).
Por su parte, en el mismo periodo han cruzado la pasarela siete aldeas, las cuales en 2023 estaban deshabitadas y ahora tienen al menos un vecino. Los pueblos que lo lograron fueron: Porteleiro (Castro Caldelas), Eilabai (Celanova), Parteme (O Irixo), Carbuíz (Xunqueira de Espadanedo), Xeás (Lobios), A Carreiriña (Ramirás), Áspera (San Cibrao).
Asimismo, en la lista hay cuatro concellos que cuentan con al menos 10 aldeas deshabitadas: Castro Caldelas (15), Gomesende (12), O Irixo (10) y Montederramo (10).
Brotes verdes ante la sangría
A principios de siglo, la provincia se encontraba bordeando el centenar de aldeas deshabitadas, siendo 2006 el último año que estuvo por debajo de esta barrera. De hecho comparado el último dato disponible, relativo a 2024, con dos décadas antes, muestra una sangría profunda en el rural ourensano. Entonces había 98 pueblos sin vecinos, 60 menos que en la actualidad.
Pese a ello, se puede ver el vaso medio lleno también. La hemorragia poblacional parece que se ha detenido e incluso el último lustro invita al optimismo. Desde 2006 hasta 2019 el número de aldeas deshabitadas creció prácticamente cada año. Sin embargo, tras tocar techo, la herida demográfica, aunque con importantes secuelas, parece que está cicatrizando.
El punto de inflexión llegó con la pandemia, tal y como demuestran la estadística del INE. Desde 2019 hasta 2024 se redujeron en 13 el número de aldeas deshabitadas en la provincia. La tendencia coincide también con la ganancia de población que experimentó la provincia en el último lustro, la cual se explica con el significativo incremento de habitantes extranjeros.
De hecho, muchos de ellos optan por asentarse en el rural. Uno de esos casos es el de Maximiliano Moyano, el cual vino procedente de Argentina, previa parada en Portugal, a la aldea de Pumares (Allariz). Junto a él llegaron otros 12 miembros de su familia y en este pueblo estuvo alrededor de dos años, antes de mudarse por temas de vivienda a Padroso (Sarreaus). Al enterarse en esta aldea, les agradecieron que eligieran este lugar para vivir, ya que es algo que insufla vida al pueblo.
Este es uno de los muchos ejemplos que reflejan como la inmigración va a ser en el futuro a corto plazo uno de los factores que más marcarán la supervivencia de un rural ourensano que lucha cada día contra viento y marea para seguir latiendo.
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