Jakeline Batista, una vocación brasilera que encuentra lugar en Ourense: “Trabajar con personas mayores es mi vocación”

HACE MÁS DE 20 AÑOS

Técnico auxiliar de enfermería en su país, cruza el charco Jakeline hace más de veinte años, para mejorar su calidad de vida, y sobre todo, la de su madre, por aquel momento enferma.

Entrevista a Jakeline Batista | La nueva Ourensanía | La Región

Veinte años han pasado desde que esta técnico de enfermería brasileña, con experiencia en su país, ejerciese su vocación en Ourense. Con apenas dieciocho años coge su mochila Jakeline Batista de Souza desde su Minaçu natal para afincarse en O Carballiño inicialmente, y mudarse tiempo después a una aldea de Entrimo. “Tenía una amiga que me animó a venir”, cuenta sobre el impulso inicial, “la sanidad en Brasil es muy precaria, y las medicinas que necesitaba mi madre eran muy costosas”, añade sobre las razones de índole económica; contará Jakeline minutos después que pertenece a una familia de diez hermanos y que con trece años “ya trabajaba para pagarse los estudios”.

Del rural a la urbe

“Conocí a mi marido en una discoteca”, dice sonriente, acompaña a Jakeline Diana, su hija de quince años. Con este entrimés se mudó a A Illa, el pueblo del Xurés del que proviene, y donde concibió y crio a su hija. “Allí trabajé en cafeterías, desbrozando en el monte, de cajera y reponedora en un supermercado… la gente allí es muy acogedora”, opina.

“Me vine a Ourense por la formación de la niña”, aclara desde el parque de las Mercedes, no muy lejos de donde reside. Aquí estuvo en el sector textil hasta hace apenas unos meses que decidió cambiar de área. “Vine para cubrir una baja de quince días y me quedé cuatro años”, puntualiza. “Por fin he podido meterme en lo que me gusta, el sector sociosanitario y la gericultura”, comenta. Acaba de terminar un curso con sus prácticas, donde le han ofrecido un empleo prolongado. “Trabajar con personas mayores es mi vocación”, reconoce Jakeline, vino a dar con el lugar apropiado.

Jakeline Batista
Jakeline Batista

“Cuando acabo las tareas, si me sobra tiempo, hablo un poquito con los abuelos, porque siento que necesitan cariño”, comenta sobre sus quehaceres, veinte años ha necesitado para poder homologar su título y encauzar la vida hacia lo que se siente predestinada.

Curiosidades brasileiras

Viaja a su país a menudo, allí tiene una decena de hermanos. “Seis mujeres y cuatro hombres”, puntualiza, “ya no llevo la cuenta de los sobrinos”, añade. Son simpáticas sus vueltas a la tierra pues se la pasa durmiendo de casa en casa. “Hay que quedar bien con todos”, explica. Menudo tute de vacaciones, pensamos. Tiene tatuado el nombre de su hija en el cuerpo, y de un sobrino que hace poco le ha faltado. Se nota que la familia es importante, entendemos el meneo es mal menor. “Es lo que más echo de menos, por lo demás Galicia me encanta”, añade.

Si insistimos en las morriñas comenta la cocina, y nos habla de una delicia desconocida, la piña asada.” La asas en la barbacoa entera, dándole vueltas, y se le añade azúcar y canela, está divinísima de la muerte y además es buena para la digestión”, ilustra. Suena delicioso manjar que según ella hace “un rodicio completo”.

Mientras vivió en el rural pensaba en la capital, y ahora que está aquí bebe los vientos por el campo y la aldea. “Miña parruliña”, dice en gallego, que no brasilero, claro queda a quien va dirigido ese cariño en modo vocablo.

Toca a fin la conversación, y como Jakeline Batista es concisa hablamos de religiones y de otras fuerzas, porque no hay nada mejor que el folklore que invoca a otros mundos, que están más allá de la tierra. “Doy gracias a Dios porque pedí quedarme en la residencia de ancianos y esuchó mi llamada”, concluye feliz. El altísimo, la energía, y una vocación perseguida tras veinte años de trabajo.

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