EDITORIAL
La Región

Un respiro espiritual en el Monasterio de Oseira

MURMULLO DE LA NATURALEZA

El hospedaje monástico es un tipo de alojamiento único que ofrece un entorno de silencio, siguiendo la vida benedictina, para quienes buscan alejarse del ritmo frenético de la cotidianidad en un espacio de reconexión espiritual

El padre César Mañueco camina por el Monasterio de Oseira, sumido en el silencio.
El padre César Mañueco camina por el Monasterio de Oseira, sumido en el silencio. | Martiño Pinal

El mundo corre demasiado deprisa y detenerse, mientras todo alrededor continúa moviéndose aceleradamente, supone hoy un acto de valentía. Acallar el ruido interior de una mente ocupada no es sencillo cuando hay que girar al compás del globo terráqueo para que el tiempo no se escape de las manos. Cómo lograrlo es, al mismo tiempo, una pregunta y un deseo, porque la pausa y el silencio se han vuelto lujos modernos. En el interior de Galicia, el murmullo de la naturaleza puede convertirse en un llamado para unos días de retiro espiritual, si el cuerpo y la mente así lo necesitan. Entre la piedra abrazada por el bosque, el Monasterio de Santa María La Real de Oseira abre un espacio de contemplación que invita a entrar a quienes deseen vivir algo distinto a su rutina ordinaria.

La hospedería monástica es un tipo de alojamiento que ofrecen los monasterios guiados por la Regla de San Benito como norma de vida: acoger en un lugar de reflexión a los huéspedes y acercarlos temporalmente a la experiencia benedictina. No se trata, pues, de turismo, sino de una residencia orientada hacia lo sagrado, donde se busca profundizar en la oración y en “la búsqueda de Dios”, según explica el monje César Mañueco.

César Mañueco: “La belleza del edificio sorprende; y el asombro siempre genera una transformación del corazón”

Los visitantes pueden acceder a todas las áreas del monasterio, excepto a la zona de clausura, y participar en los oficios litúrgicos más importantes, como levantarse a las cuatro de la mañana para la primera oración del día. También suelen realizar otras actividades como leer o pasear, pero, sobre todo, se trata de experimentar la soledad y el silencio. Así lo expresa Mañueco: “Normalmente, la gente que viene a hospedarse lo hace porque está sobrecargada. Aquí, donde estamos alejados del mundo urbano, el significado de lo cotidiano se transforma gracias al espacio. La belleza del edificio sorprende, cambia la percepción del tiempo para los que se alejan de su rutina diaria; y el asombro siempre genera una transformación del corazón”.

Durante los meses de invierno, este servicio permanece inactivo desde noviembre hasta enero, pero durante el resto del año se pueden hacer reservas por teléfono móvil o correo electrónico. Semana Santa y verano son las fechas en las que suele haber más afluencia de personas que llegan desde fuera de España, así como desde otras zonas de la península y de la propia Galicia; casi siempre de manera individual o en parejas. La estancia mínima es de dos noches y la máxima de siete, con el fin de preservar la tranquilidad de los monjes. Sin embargo, Mañueco afirma que esto no les supone ninguna molestia: “Es parte de nuestro carisma. Equilibramos la soledad con esta acogida y el factor social. Sí es cierto que quienes vienen de fuera les cuesta adaptarse a un ritmo tan diferente al de su día a día, pero no desfiguran nuestra vocación monástica”.

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