COMITÉ PROVINCIAL
Dimite la presidenta del CEP de Vox Ourense por "proyectos personales"
Corría el año 1925 y un joven José María Santos Vilachá acababa de volver de una migración a las Américas. Contrajo matrimonio, engendró siete hijos y montó una fábrica, aserradero y molino, de la que aún hoy se conservan las ruinas. “Compró un generador eléctrico para arrancar, colocó raíles como las vías del tren para poder cortar la madera... venía con las ideas muy claras”, cuenta José María Blanco, uno de sus nietos, al darnos un paseo por la aldea. Él, y sobre todo su prima Isolina Santos, representan la memoria viva de un pueblo que se construyó sobre un cruce de caminos. “Antes a esto le llamaban la máquina, precisamente con relación a la fábrica, el nombre de A Telleira vino porque por lo visto, en la zona, antaño se hacían tejas”, explica.
“Era un tipo muy listo”, cuenta con orgullo esta nieta, que casualmente nació en 1950, exactamente el mismo día que fallece el fundador del pueblo. Algo de energía del viejo Santos debe quedar en el lugar, pues quiere la fortuna que sea ella la que relata hoy su historia. “En la empresa en la que era operario en Estados Unidos querían pagarle los estudios de ingeniería, detectaba averías que no encontraban los más preparados”, comenta Isolina, que trae del pasado estas y otras anécdotas al patio en el que nos encontramos, rincón cedido para la ocasión por la simpática Rosiña. “Ella me enseñó a bailar”, añade la entrevistada, “tenían aquí una tienda, de esas de antes en las que te vendían tanto una punta como una aspirina”, añade.
Comparte Isolina maravillosos apuntes de un pueblo relativamente nuevo, de casas unifamiliares con jardín, “nada que ver con lo que conocemos como una aldea al uso”, en palabras de José María. En él residen durante todo el año unos treinta vecinos, además de los que van y vienen, y que para honrar la tierra que pisan, rápidamente se han puesto de acuerdo. “Un vecino cede una finca, otro pondrá música, el ayuntamiento de Taboadela colabora con unos hinchables infantiles”, explican los descendientes del Santos original en nombre de los vecinos. La “xuntanza” del día veintiocho incluye Charanga y una paparota en la que cada comensal se paga el menú, en el que no faltan ni pulpo ni empanada, imprescindibles culinarios en los festejos.
Como en todos los pueblos hay cosas que podrían mejorar, como disponer de un parque infantil, o un lugar a la sombra donde se puedan sentar los menos jóvenes, que es el perfil que abunda por los pueblos, pero la unión y el buen entendimiento de los moradores son la mejor semilla para que, en cuestión de años, A Telleira cumpla los doscientos. “Pertenecemos a la parroquia de Soutomayor, y lindamos con los ayuntamientos de San Ciprián, A Merca y casi casi Allariz”, explica Isolina en debate alegre, y a dos tonos de voz, con la que escribe y su primo.
“Las industrias de aquella época eran la sierra y el molino”, nos recuerda Isolina la sagacidad del fundador. “Antes en la casa todo era madera, los aperos de labranza... y se trituraba el maíz, el centeno y el trigo”, explica. Recuerda que la fábrica estuvo parada un tiempo durante la Guerra Civil por el racionamiento del gasóleo, y que siendo ella muy niña ardió, “días después aún se veían las brasas”, comenta.
Ese vigor industrial a pequeña escala siguió presente con propietarios posteriores de esas naves; “con el boom de la panadería e incluso para el molido de piedra”, cuenta la pareja sobre empresas que también prosperaron tras aquellas cenizas. Hoy todavía luce el encanto de aquellos lugares abandonados que algún día movieron la economía, que coexisten entre ‘xestas’ que mucho no aportan, pero con su verde el escenario pintan. En su costado una placa que da nombre a la calle, en la acera de enfrente una exitosa cantería.
“De nuestra familia hoy hay cuatro vecinos, los demás construyeron porque tenían fincas, o las compraron, pero esos yo creo son los menos, antes la gente no vendía terrenos, se vivía de las huertas”, opina Isolina. El germen de la celebración de finales de junio surge del encuentro anual de los doce nietos del Santos original; con motivo de los cien años de la creación de aquella fábrica, se propone a los vecinos montar una verbena. “¡Y ahora que quede para todos los años!”, por lo visto opinó el primer informado, comenta un entusiasta José María.
Algo tiene este lugar que sin ser de los más antiguos de la comarca, tiene esa voluntad de no querer extinguirse como desafortunadamente muere el rural en Galicia. Demuestran en A Telleira que la memoria de un pueblo persiste en el corazón, más allá de la demografía.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
COMITÉ PROVINCIAL
Dimite la presidenta del CEP de Vox Ourense por "proyectos personales"
RESULTADOS EN LA PROVINCIA
Lotería de Navidad 2025 en Ourense: ¿Dónde ha tocado algún premio?
Lo último
ORÁCULO DAS BURGAS
Horóscopo del día: martes, 23 de diciembre
1.200 INSCRITOS
Gran participación en la Carrera del Turrón de O Barco
ACCIDENTE DE TRÁFICO
Nueve implicados en un accidente múltiple en As Neves