El apreciado y protector nogal

El nogal común, de nombre científico Juglans regia, “nogueira” en gallego, es un árbol de la familia de las juglandáceas, del cual, Plinio el Viejo, en su Naturalis historia, atestigua que fue importado en Europa desde Asia Menor, entre los siglos VII y V a.C.

Su tronco y ramas son de color blanquecino o gris claro. La madera es apreciada por los ebanistas para la elaboración de muebles y por los luthiers para instrumentos musicales. De su corteza se extrae el tanino empleado para el curtido de pieles. Las hojas, caducas y alternas, son de color verde claro. Antiguamente eran utilizadas, en infusión, como remedio casero para enfermedades reumáticas, diabetes, gota y obesidad. En cosmética se usan para hacer cremas y también lociones para el crecimiento de las cejas, la sudoración de los pies y oscurecer el cabello. El aceite de nuez es protector solar, ya que contiene un componente químico llamado juglone. Las flores femeninas, agrupadas en espigas terminales, son de un leve color verde. Las masculinas, en racimos colgantes, son verde parduzcas. De las femeninas nacen las “nueces” que maduran en septiembre y octubre. De su parte externa, carnosa y verde, se extrae la nogalina, utilizada para teñir madera y tejidos. En su interior se alberga una cubierta dura y marrón que contiene la semilla, que es la parte comestible y de alto valor nutritivo y energético por ser rica en proteínas, vitaminas B y C, oligoelementos, lecitina y omega 3. Es el fruto seco con más antioxidantes. Consumir tres o cuatro nueces al día favorece la disminución del colesterol. Consumir tres o cuatro nueces al día es un buen remedio para combatir el colesterol. Son aconsejadas para diabéticos, siendo adecuadas en dietas para bajar de peso por su capacidad para sustituir otros alimentos y su poder de reducir la sensación de hambre. Son recomendables para ensaladas, pastas, sopas, salsas y guisos de carne. También para confeccionar panes, bizcochos y otros postres, como las tradicionales “casadielles” que agasajamos a nuestro paso por tierras cercanas al reino de los Astures. En la casa de las Hermanas Pobres de Santa Clara, en Asís, la hermana Pacífica cocinaba un sencillo y sabrosísimo plato de coliflor con bechamel y nueces.

Algunas excavaciones arqueológicas han revelado que ya se usaban como alimento hace 9.000 años. Antaño se consideraba que comer nueces fomentaba la inteligencia por la similitud de su semilla con el cerebro humano. En tiempos de gran carestía y tribulación, se preparaba pan con cáscaras de nueces y la corteza del árbol. Se pensaba que fuese un árbol del mal, ya que las “meigas” se reunían bajo este árbol. En contra de esta creencia, se debe decir que en la cristiandad antigua el fruto simbolizaba la Santísima Trinidad.

En la cena de fin de año es una sobremesa indispensable en toda Italia, ya que las nueces son símbolo de prosperidad y fortuna.

La cáscara verde, se utiliza para hacer el digestivo “licor de nuez” o “nocino” (se pronuncia “nochino”), muy difundido en toda Europa.

En la posada de sor Elvia nunca faltaba. Su fórmula es la siguiente: en la vigilia de San Juan, el 23 de junio, o en los días inmediatamente posteriores se recogen 24 nueces verdes. Se dejan toda la noche al rocío. A la mañana siguiente, una vez limpias, se cortan en cuatro partes. Se meten en un frasco de cristal y se cubren con orujo. Se pone al sol durante cuarenta días, agitando de vez en cuando. Después se le añade una nuez moscada, un palo de canela y 25 granos de clavo de olor, juntamente con azúcar (medio kilo o más según el gusto) y se deja aun en reposo durante unos diez días, al cabo de los cuales se filtra bien y se embotella. Se conserva en lugar fresco. En la fiesta de Todos los Santos y mejor en las navidades está a punto para beber “chupitos”, sobre todo después de comidas copiosas.