CRÓNICAS DE AGORA E SEMPRE
José Feijóo e o “Gordo” do Alfonso XIII
ZONA VERDE
Los cedros, son árboles de gran tamaño y longevos que, además de ser árboles de gran importancia forestal e interés ornamental, se caracterizan por soportar toda clase de ambientes, incluso los muy contaminados. Su madera desprende un fuerte olor aromático y es fácil de trabajar. Además, resiste la putrefacción, pudiéndose conservar intacta cientos de años. Su historia se remonta a la Era Secundaria. Etimológicamente el nombre genérico, cedro, procede del griego kedros, vocablo con el que también se designaba al enebro. Ambas son coníferas caracterizadas por su aroma. De hecho, con los conos o glábulos del enebro, Juniperus communis, los griegos aromatizaban el vino; actualmente se utilizan para elaborar ginebra. Los cedros pertenecen a la familia de las Pináceas y hay cuatro especies: el cedro del Líbano, el cedro del Atlas, el cedro del Himalaya, y el cedro de Chipre. Los dos primeros, que juntamente con el del Himalaya son los más presentes en espacios ajardinados, están en nuestro Parque Jardín. El cedro del Líbano, Cedrus libani, se caracteriza y reconoce fácilmente por la característica forma de su copa cónica que con la edad se vuelve plana, como si fuese cortada oblicuamente. Se distingue además por la disposición en pisos de sus fuertes ramas. Es originario de Siria, Turquía y del Líbano, país éste último del cual es emblema nacional, figurando su silueta tanto en su bandera como en su escudo. De hecho, su epíteto libani hace referencia a su origen geográfico. Su crecimiento es muy rápido, llegando a medir los cuarenta metros de altura. Su tronco frecuentemente se ramifica desde la base. Sus acículas son de color verde oscuro. Sus conos masculinos, de color marrón claro, tienen forma de tonel y están erguidos. En la madurez las piñas se deshacen dejando en las ramas un eje marrón y liberando las semillas. Aparecen en el otoño. A causa del valor comercial de su preciada madera resinosa, que desprende un agradable olor, los bosques originarios han sufrido indiscriminadas talas. Según algunas opiniones parece que se utilizó en la construcción del Templo de Salomón, en Jerusalén. Los egipcios y los fenicios emplearon también su madera para construir barcos.
El cedro del Atlas, Cedrus atlántica, es originario de Argelia y Marruecos. También se le llama pino de Marruecos. De hecho, su epíteto hace referencia con toda probabilidad a su origen, la Cordillera del Atlas. Puede llegar a superar los cuarenta metros de altura. Su tronco es derecho y cilíndrico, su corteza grisáceo marrón y sus ramas desplegadas. En los árboles jóvenes, la cima se inclina visiblemente. El color de las hojas varía desde el verde oscuro al azul pálido. Sus acículas, rígidas y punzantes, de sección triangular o cuadrangular, y algo arqueadas, son más pequeñas que las del cedro del Líbano. Sus conos masculinos son amarillentos al principio y marrones más tarde. Los femeninos, muy pequeños, son verdosos; tardan dos años en transformarse en piñas. Éstas tienen forma de tonel a menudo umbilicadas en el ápice. La variedad Cedrus atlantica glauca, además de distinguirse por su color verde-azulado, lo hace por su forma más estrecha. Otra variedad es el Cedrus atlantica glauca pendular o cedro azul llorón del Atlas, llamado así por su forma parecida al sauce llorón. Estas dos variedades son muy utilizadas en los diseños de zonas ajardinadas.
El cedro del Himalaya o cedro de la India, Cedrus deodara proviene de las laderas occidentales del Himalaya, pudiendo alcanzar los 70 metros de altura. Su longevidad es de 150 a 200 años. Su epíteto deodara proviene del sánscrito y significa “árbol dedicado a Dios”.
De porte majestuoso y piramidal, se distingue por su cima cónica, elegante y sus ramas colgantes. Su corteza es gris oscura y resquebrajada en escamas. Sus conos se presentan en las ramas que están cercanas al suelo. Se encuentra frecuentemente en parques y jardines debido a la sombra que originan. Su madera es muy perfumada y de buena calidad, motivo por el cual es apreciada para la construcción. De ella se obtiene una esencia usada en perfumería. Se utiliza, asimismo, para hacer incienso.
Otra especie que forma parte de este grupo de coníferas es el cedro de Chipre o Cedrus brevifolia, originario de las montañas de Troodos en el centro de la isla de Chipre. Allí, en el bosque Paphos vegeta en su estado natural. En los demás jardines de Europa se cultiva raramente. No suele sobrepasar los quince metros de altura. Su adjetivo brevifolia hace referencia a sus pequeñas hojas aciculares.
En líneas generales, cuando los ejemplares del género Cedrus son adultos es bastante fácil distinguirlos observando su porte: el del Líbano tiene, como ya dije, la cima aplanada; el del Atlas es cónica y la del Himalaya péndula.
El cedro del Líbano es muy citado en la Sagrada Escritura; aparece unas setenta veces, concretamente en el Antiguo Testamento. Sin embargo, el término “cedro” era aplicado a otras especies, como el ya citado enebro, provocando así cierta confusión. No obstante, en muchos pasajes bíblicos se hace referencia explícita a él. Por ejemplo en el libro del profeta Ezequiel cuando dice: “mira a un cedro del Líbano de espléndido ramaje, de fronda de amplia sombra y de elevada talla.” (Ez. 31.3).
Lo mismo sucede en el arte. Hasta el siglo XVII el Citrus medica, comúnmente llamado cidro, se confundió frecuentemente con el Cedro del Líbano, motivo por el cual es corriente ver obras de arte con un cítrico pintado en lugar de esta conífera.
En los jardines, públicos y privados, gallegos contamos con ejemplares excelentes de estas especies. Así un imponente cedro del Líbano lo podemos contemplar en el Pazo de Lourizán, en Pontevedra; uno del Cedro del Atlas en el jardín de lo que fue convento de los Padres Pasionistas en Melide, A Coruña; y un majestuoso cedro del Himalaya en los jardines de Vicenti, en la ciudad de Pontevedra.
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