La empatía, clave para el trato con menores migrantes solos
ESPACIOS SEGUROS
La Guía jurídica y psicosocial para profesionales recomienda ofrecer espacios sin discriminación
La Guía jurídica y psicosocial para profesionales que trabajan con menores migrantes no acompañados (Medialuna, 2025) recomienda la empatía, la escucha activa y ofrecer espacios seguros y “libres de discriminación” para un correcto acompañamiento de los menores migrantes no acompañados que llegan a España. El documento, que forma parte del proyecto “Infancia segura: capacitación integral para la protección de menores migrantes ante la violencia y discriminación”, financiado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, y cofinanciado por la Unión Europea, propone herramientas para los profesionales que trabajan con estos menores y para el resto de la sociedad.
“Es imprescindible promover una mirada más humana, más empática y más coherente con los principios de justicia social y derechos humanos. Trabajar con menores migrantes implica asumir un compromiso ético que va más allá de lo asistencial”, subrayan los autores del documento, al tiempo que recomiendan “desafiar los discursos sociales que criminalizan o infantilizan a estos menores”.
En concreto, entre las propuestas para los profesionales, sugieren: establecer rutinas diarias claras y coherentes; proporcionar un espacio físico seguro y acogedor; ofrecer a los menores una comunicación clara y transparente, y practicar la escucha activa y la empatía.
Figuras de apoyo
Asimismo, subrayan la importancia de que los menores cuenten con “figuras de apoyo y de referencia estables” como “tutores, mentores o educadores sociales”, y que estos muestren “un interés genuino” en el bienestar de los menores, más allá de cualquier comportamiento superficial.
“A menudo, los jóvenes que atraviesan situaciones difíciles, como los menores no acompañados, pueden tener dificultades para expresar sus emociones o adaptarse a nuevas normas sociales”, subrayan los autores de la guía. En este sentido, avisan de que no se debe tomar la desconfianza “como algo personal o una falta de respeto” pues quizá es consecuencia de “experiencias traumáticas previas”. Por otra parte, proponen trabajar en grupos pequeños para ofrecer una atención más personalizada y subrayan la importancia de la mediación intercultural, “que no se limita solo a traducir idiomas, sino que facilita una conexión más profunda con las diferentes culturas”. “La oportunidad de conectar con su cultura de origen proporciona a los menores un ancla emocional que les ayuda a enfrentar los desafíos de la adaptación”, aseguran los autores del documento, al tiempo que explican que no se trata de que los menores se asimilen a la cultura dominante sino que construyan “una identidad que combine lo mejor de ambas culturas”.
Así, la guía propone “reconocer, respetar y valorar la diversidad cultural sin caer en estereotipos o exotizaciones” y señala que los profesionales deben “cuestionar y combatir activamente las estructuras de poder y discriminación por origen”. “No se trata solo de empatía, sino de adoptar una postura activa contra el racismo, la xenofobia y la exclusión social”, añade. Además, puntualiza que la integración no debe ser vista como un proceso “unilateral”, en el que solo una de las partes, ya sea la persona que llega o la que recibe, se adapta al otro, sino como un proceso “mutuo”.
Comprender las emociones
En esta línea, recomiendan aceptar y comprender las emociones de los menores sin minimizar el problema ni ofrecer soluciones apresuradas, diciendo frases como: “no te preocupes, no es para tanto” o “no deberías sentirte así”. En su lugar, proponen utilizar frases que validan las emociones como: “entiendo que esto es muy doloroso para ti, y estoy aquí para apoyarte en lo que necesites”. Igualmente, sugieren evitar caer en comentarios o actitudes que refuercen las barreras culturales y perpetúen estereotipos con frases como: “en España se hace así, se come así” o “nosotros/vosotros”.
También aconsejan facilitar espacios donde los menores puedan practicar su religión, mantener sus tradiciones y acceder a su alimentación habitual.
Colapso y centros muy desbordados
Entre otros problemas, cita: “el colapso” del propio sistema de protección de menores, especialmente en las comunidades autónomas que reciben un mayor número de menores migrantes; el hecho de que “los centros de acogida suelen estar desbordados”; la “sobrecarga” de los profesionales o “la demora excesiva” en la tramitación de la documentación y en la regularización administrativa de los menores. “Aunque la normativa establece plazos para la identificación y documentación, en la práctica estos plazos no siempre se cumplen, lo que provoca que muchos menores permanezcan durante largos periodos en situación de irregularidad”, lamentan. Por todo ello, consideran “imprescindible” que el Estado y las comunidades autónomas “refuercen sus recursos, homogenicen los procedimientos y promuevan una legislación específica y garantista que asegure un tratamiento digno, ágil y efectivo para los menores migrantes no acompañados”.
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