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Según han explicado, endocrinólogos, oncólogos y radiólogos vasculares llevan a cabo una labor coordinada con el fin de detectar de forma precoz a los pacientes desnutridos o en riesgo de estarlo, valorando las mejores opciones y vía de administración del tratamiento nutricional antes de iniciar la terapia oncológica.
De hecho, un 20 por ciento de los 200 pacientes con cáncer de cabeza y cuello que se valoran al año en el Carlos Haya reciben tratamiento nutricional preventivo mediante sondas de alimentación. En este sentido, más de 40 pacientes con cáncer de cabeza y cuello en estadios avanzados se han beneficiado de la nutrición mediante gastrostomía profiláctica evitando el riesgo de desnutrición debido a la quimioterapia y radioterapia.
El cáncer de cabeza y cuello, -lengua, laringe, faringe, amígdalas, glándulas salivares, etcétera-, supone aproximadamente el 12 por ciento de los nuevos diagnósticos de cáncer en varones y el 5,5 por ciento en mujeres.
Debido a que casi en el 40 por ciento de los casos el diagnóstico del tumor se realiza en estadios avanzados, la elección de tratamientos agresivos de cirugía, radioterapia y quimioterapia es inevitable con el fin de mejorar el control del tumor.
Sin embargo, la agresividad de la terapia puede provocar efectos secundarios y complicaciones que repercuten de forma negativa en el estado nutricional de los pacientes.
Aproximadamente el 57 por ciento de los pacientes con cáncer de cabeza y cuello presentan pérdida de peso y desnutrición moderada o severa debida, de forma directa, al propio tumor y a los efectos adversos que produce el tratamiento con radioterapia y quimioterapia radical al que son sometidos.
La irradiación de los tumores de cabeza y cuello -especialmente si se asocia a quimioterapia- suele provocar una inflamación severa y dolor de la mucosa oral (mucositis) hasta en el 80 por ciento de los pacientes, lo que conlleva problemas de deglución, disminución de la cantidad y aumento de la viscosidad de la saliva, y disminución o alteración de los sabores y del sentido del olfato.
La colocación de una sonda nasogástrica (desde la nariz al estómago), o la realización de una gastrostomía (implantación de la sonda que queda alojada en el estómago a través de una pequeña incisión percutánea) son las dos vías de administración de nutrición artificial más utilizadas en los pacientes que no puedan mantener una ingesta adecuada por vía oral.
A través de las sondas se administran las fórmulas nutricionales ya preparadas, pautadas y ajustadas a los requerimientos de cada paciente. La elección de la gastrostomía como vía de alimentación ha demostrado, en estudios realizados por el hospital malagueño, mejores resultados respecto a la sonda nasogástrica en cuanto al mantenimiento del estado nutricional, menos interrupciones no programadas del tratamiento y menos ingresos hospitalarios, así como una mejor calidad de vida.
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