EDITORIAL
La Región

Cuando las prendas se convierten en un canal directo con el consumidor

BOF VOICES 2025

Una idea que está transformando la industria de la moda: la posibilidad de que cada prenda funcione como un medio de comunicación activo entre marca y consumidor

Cuando las prendas se convierten en un canal directo con el consumidor
Cuando las prendas se convierten en un canal directo con el consumidor | La Región

En el marco de BoF VOICES 2025, varias voces influyentes del panorama internacional pusieron sobre la mesa una idea que está transformando la industria: la posibilidad de que cada prenda funcione como un medio de comunicación activo entre marca y consumidor. Lo que hasta ahora entendíamos como una simple etiqueta evoluciona hacia un ecosistema digital que revela procesos, valores y decisiones que antes quedaban invisibles. Esta tendencia, impulsada en parte por la inminente normativa europea sobre diseño sostenible, abre un escenario donde la transparencia deja de ser un gesto voluntario para convertirse en una herramienta estratégica.

Pero el alcance de esta transformación va mucho más allá del mero cumplimiento regulatorio. Los llamados pasaportes digitales —accesibles mediante tecnologías como QR o NFC— están redefiniendo el papel del producto dentro de la experiencia de marca. Ya no se trata solo de ofrecer información técnica, sino de crear una narrativa emocional que conecte al consumidor con la historia detrás de cada pieza: desde el origen de los materiales hasta la visión creativa del diseñador. En un momento en el que la confianza en el sector se ha visto tensionada por polémicas y prácticas poco claras, este nuevo enfoque se presenta como una oportunidad para reconstruir un vínculo auténtico y duradero.

Desde mi punto de vista, esta transformación tiene un valor innegable, especialmente en un contexto en el que la confianza del consumidor está erosionada por escándalos de explotación laboral y algunas acusaciones de greenwashing dentro de casas de lujo. Pero más allá del cumplimiento normativo, lo verdaderamente relevante aquí es la oportunidad de restablecer un vínculo emocional y honesto entre marca y cliente: de pasar del consumo masificado a la consciencia, del producto-objeto al producto-relación.

No obstante, este nuevo modelo no está exento de retos. Primero, porque dependerá mucho de la autenticidad de la narrativa: esa historia digital debe ser coherente con lo que el producto representa en el mundo real. Si se ve reducida a un simple “checklist” de sostenibilidad, correrá el riesgo de convertirse en una mera herramienta de marketing; será una promesa frágil y vacía. Segundo, porque implica un replanteamiento profundo en la producción y la logística de las marcas: la transparencia debe ser real, trazable y contínua. Y tercero — pero no menos importante —, porque el desafío cultural es mayúsculo: exige consumidores dispuestos a interactuar con la prenda, y marcas dispuestas a mantener ese diálogo vivo más allá de la compra.

Creo firmemente que este giro hacia la “moda como conversación” representa una de las vías más prometedoras para humanizar la industria. En un mundo saturado de oferta, donde la sobreproducción ha sido parte del canon, la apuesta por la trazabilidad, la comunidad y la circularidad puede devolverle sentido y dignidad al acto de vestir: no como un consumo fugaz, sino como una experiencia cargada de intencionalidad.

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