ORÁCULO DAS BURGAS
Horóscopo del día: sábado, 20 de diciembre
CRÓNICAS DE AGORA E SEMPRE
En la plaza del Progreso (ahora Tirso de Molina), esquina con la calle San Pedro Mártir, vivió un sacerdote ourensano, D. Urbano Ferreiroa, destacado por su erudición, doctorado en ciencias eclesiásticas, y reconocido historiador del Pontificado. Era conocido como propagandista de Galicia y, según El Eco de Galicia, no conocía el caciquismo y su fortuna consistía en un caudal copioso de libros. Fue abreviador por designación de León XIII en la Nunciatura Apostólica.
Nacido en una familia acomodada en Ourense, su vocación religiosa fue temprana. Tras estudiar en el Instituto de Ourense, ingresó al seminario y se ordenó sacerdote, obteniendo un doctorado en Teología y Derecho Canónico en Toledo. Su espíritu investigador y sus habilidades oratorias pronto le hicieron destacar entre sus compañeros. Amplió estudios en Madrid y Roma.
A los 25 años regresó a Ourense, donde inició su carrera como periodista con la creación de la cabecera católica La Nacionalidad, de vocación carlista, en la que publicaron artículos figuras como Saco y Arce y Pardo Bazán. Su fama como erudito creció cuando regresó a Roma y publicó un trabajo sobre León XIII, lo que le abrió las puertas del Vaticano. En 1879, fue recibido por el Papa, quien le agradeció su labor de divulgador de la figura papal y la obra eclesiástica en España.
Urbano Ferreiroa también fue autor de obras como "La transformación de la Roma Pagana" y "El primer perseguidor de los cristianos", siendo reconocido como uno de los escritores españoles más prolíficos sobre Roma en el siglo XIX. Conocedor de Pompeya, viajó a Jerusalén y publicó "La Tierra Santa". Participó en las academias de Santo Tomás de Bolonia y Arcades de Roma.
A lo largo de más de 15 años, Ferreiroa trabajó en su gran obra, la historia de los papas de Roma desde San Pedro hasta León XIII. En 1901, a los 56 años, una enfermedad le obligó a regresar a San Fiz, donde falleció y fue enterrado en un camposanto olvidado.
A pesar de ser una figura de vida silenciosa dedicada a archivos y bibliotecas, Urbano Ferreiroa no dudó en comprometerse con temas polémicos. En abril de 1893, en un artículo titulado “Por Galicia” publicado en la revista “Galicia”, criticó duramente a la Real Academia de la Lengua por incluir el refrán “A gallego pedidor, castellano tenedor”, argumentando que la lengua gallega fue anterior y más perfecta que la castellana. Ferreiroa defendió la importancia de Galicia resurgiendo con su lengua en todos los campos de la actividad humana.
Ferreiroa también fue un adelantado en varios aspectos, como la defensa de la mujer, a la que comparaba con la esclavitud, y abrazó el debate entre fe y razón. Defendió el celibato eclesiástico, con la intención de evitar que el sacerdocio se convirtiera en una casta. Además, fue Ministro del Tribunal de la Rota, alineado con el Partido Integrista escindido del carlismo, y estuvo preso durante la tercera guerra carlista.
A pesar de contar con varias voces elogiosas, como las de Menéndez Pelayo y Leopoldo Alas “Clarín”, también tuvo detractores. Un ejemplo de esto fue la feroz necrológica que le dedicó el periódico republicano “El País”, tras su muerte. En ella, se le describe como un hombre voluminoso, poco simpático, que pasó su vida sin hacer un favor a nadie y con el deseo de ser obispo, algo que no consiguió. La necrológica incluso llegó a insinuar que su muerte causó una explosión de risa en el cielo.
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