Ezequiel recorrió España para salvar Valdeorras

DESDE ZARAGOZA

Ezequiel González, militar de O Barco, recorrió España entera para ayudar, durante sus vacaciones y con la ayuda de sus amigos, en el incendio que arrasó la comarca de Valdeorras

Ezequiel González el sábado 16 en Vilamartín
Ezequiel González el sábado 16 en Vilamartín | Alex Lorenzo

Ezequiel González es un joven barquense que ejerce como milita. Actualmente, es cabo en el Regimiento Acorazado “Pavía” N°4, concretamente en el Batallón Flandes y reside en Cuarte, muy cerca de Zaragoza. El viernes 15 de agosto se encontraba disfrutando de sus vacaciones en Malgrat de Mar (Cataluña), pero sus días de asueto cogieron otro destino. Tras ver como el fuego invadía todos los pueblos de Valdeorras, primero regresó a Zaragoza con su mujer y de allí salió por carretera a las 4,30 de la madrugada en dirección a O Barco, a su casa.

“Valdeorras entera se volcó y yo no iba a ser menos; la distancia no iba a ser un inconveniente para estar allí”. Ezequiel vino hasta su tierra cargado de ganas de ayudar, pero también con preocupación por ver cómo evolucionaban los incendios. Una situación que admite como ”muy dura” y de lo más difícil que le ha tocado afrontar en la vida. Durante los incendios trató de mantener la calma en situaciones de tensión, ayudando junto a sus amigos en los pueblos. Sin embargo, al despedirse de sus padres y conocidos, rompió en lágrimas, agotado por todo lo vivido.

Los días posteriores, apenas podía escuchar la radio sin que se le escapasen más lágrimas. “Ver cómo ardía el monte en el que has estado mil veces, los pueblos, la gente desesperada… todavía hoy se me pone la piel de gallina al hablar de ello o al ver algún vídeo”, destacó.

González destaca que hicieron todo lo posible “con pocos recursos” y que, a menudo, la frustración era enorme al ver la fuerza del fuego y sentirse impotentes. Pero también hubo momentos de alivio y satisfacción cuando lograban apagar un foco con “batelumes”, ramas o palas, deteniendo el avance hacia un pinar. Esa sensación la describe como “la satisfacción del deber cumplido”.

Ahora, desde la distancia, su mirada es optimista en cuanto al incendio, porque ya está estabilizado. Sin embargo, sobre la situación de la comarca se muestra desolado. Lo califica como algo inimaginable y triste, algo que costará mucho tiempo olvidar, “si es que algún día se olvida”. Aun así, está convencido de que la gente de Valdeorras saldrá adelante, porque es su forma de ser y lo llevan en la sangre. De toda esta experiencia, se queda con lo mejor y lo peor. Lo mejor: haber podido ayudar a su pueblo y a su gente, defender con sus amigos pueblos enteros y colaborar con la UME y las brigadas forestales en todo lo necesario. Lo peor: ver cómo lo verde que caracteriza a Galicia, su fauna y sus pueblos, se convertían en cenizas, y no tener la certeza de poder salvar las casas y a la gente que se encontraba en las aldeas donde trabajaron. Su vínculo con Galicia continúa presente. “Es un paraíso y Valdeorras es mi casa, afirmó. Tengo a mi familia y amigos aquí y amo todo lo que representa: su buen vino, sus montes, su historia, su gente… Sería ilógico no querer volver pronto”.

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