Tesoros de Ourense | A Rúa, donde historia es sinónimo de vino

En pleno valle valdeorrés se encuentra A Rúa, una villa que evoca la esencia misma de la belleza y la tradición en su casco antiguo. Este rincón mágico es una referencia indiscutible cuando hablamos de vinos, en particular de las apreciadas variedades de mencía y godello. Pero A Rúa es mucho más que su exquisito vino; es un lugar que alberga una historia rica y un entorno natural impresionante.

A Rúa de Valdeorras se enorgullece de ser una de las áreas de población más antiguas de la comarca, según los historiadores. Fue el hogar de los antiguos habitantes conocidos como Cigurros o Egurros, y sus huellas aún se pueden rastrear en este pintoresco pueblo. El patrimonio arqueológico y arquitectónico de A Rúa es un testimonio vivo de su larga trayectoria, donde cada piedra cuenta una historia.

Pero la verdadera joya de A Rúa es su entorno natural. Ningún visitante puede quedar indiferente ante la belleza de sus paisajes, destacando sus zonas verdes dispuestas a ser disfrutadas en el centro de la localidad, como el Embalse de San Martiño, ofreciendo un espectáculo de la naturaleza que toca el corazón de todos los que lo presencian. A Rúa se encuentra en un entorno tranquilo, perfecto para desconectar del ajetreo de la vida cotidiana. El río Sil también ofrece oportunidades para el baño.

Además es un lugar de encuentro para los viajeros inquietos que buscan vivencias auténticas en el Camino de Invierno, que cruza el pueblo, ofreciendo a los peregrinos una experiencia única. Es fácil sentir que se retrocede en el tiempo al caminar por sus estrechas callejuelas, flanqueadas por casas con cierto toque señorial. El barrio más antiguo, A Rúa Vella, merece una visita pausada.

Puente de A Cigarrosa

Entrando en A Rúa desde Terras de Trives, el puente de A Cigarrosa recibe al viajero marcando la división entre el concello de Petín y A Rúa. Este puente forma parte de la histórica Vía Nova o Vía XVIII, la antigua calzada que conectaba Astorga con Braga. El antiquísimo viaducto romano, adornado con cinco arcos de formas y tamaños singulares, exhibe su asimetría en los cuatro pilares que lo sostienen. Este ha experimentado numerosas restauraciones a lo largo de los siglos XVI y XVII, y pocos son los sillares que sobreviven a la primitiva construcción.

O Aguillón

A las orillas del embalse de San Martiño emerge el área recreativa de O Aguillón. Este oasis natural invita a sumergirse en la tranquilidad de la sombra, a deambular entre sus senderos o a deleitarse en una variada gama de actividades deportivas. Este idílico rincón en pleno corazón de A Rúa, no solo alberga instalaciones deportivas de primer nivel, como un pabellón cubierto, un campo de fútbol y canchas de tenis, sino que también brinda varias áreas de esparcimiento para todos los gustos. Aquí, la posibilidad de entregarse a deportes acuáticos añade un toque de singularidad, convirtiéndolo en un paraíso inigualable para los amantes de la naturaleza y los apasionados de una amplia variedad de actividades deportivas.

Iglesia de Fontei

En la plaza de Fontei, la sombra del genio arquitectónico catalán, Gaudí, se exhibe en la icónica iglesia de Fátima. Este edificio rinde homenaje en su diseño a las líneas inconfundibles del maestro. La autoría de esta obra ha sido motivo de debate a lo largo del tiempo: algunos sostienen que fue el propio arquitecto catalán quien la concibió durante su estancia en la diócesis de Astorga, mientras que otros argumentan que podría ser obra de uno de sus discípulos. El punto focal de esta iglesia son sus dos torres, que ostentan un revestimiento de pizarra, un material que se funde armoniosamente con el entorno. La iglesia se erigió a lo largo de los siglos XIX y XX. Cada año, en el mes de mayo, se engalana para conmemorar la festividad dedicada a la Virgen de Fátima.

Mirador de Barranco Rubio

En lo más alto de A Rúa se encuentra el emblemático Mirador de Barranco Rubio, un lugar que ofrece un dominio visual incomparable de las tierras valdeorresas. Al pie de la iglesia de Fontei, está señalizada la subida hacia este mirador. Tras atravesar hectáreas de viñedos, remata la subida con una escalada hasta coronar este rincón. La recompensa llega en forma de vistas espectaculares desde el mirador, a 800 metros, con impresionantes panorámicas del embalse de San Martiño, con pasarelas que añaden emoción (e incluso un toque de vértigo) a la experiencia.