La matanza del cerdo resiste la despoblación del rural ourensano en Viana do Bolo

UNA TRADICIÓN QUE RESISTE

Aunque el número de matanzas ha disminuido de forma abrumadora en las dos últimas décadas, en varias aldeas del Macizo Central ourensano esta tradición continúa viva

A los animales se les quema la piel eliminando así todo el pelo.
A los animales se les quema la piel eliminando así todo el pelo.

Al igual que muchas de las tradiciones y tareas llevadas a cabo en el rural, la matanza del cerdo cae paulatinamente en el olvido y cada vez son menos las familias que la realizan.

Las mujeres preparan la artesa donde adobarán la carne.
Las mujeres preparan la artesa donde adobarán la carne.

Hace apenas veinte décadas la mayor parte de las aldeas del rural contaban con numerosas matanzas que ocupaban la totalidad de los fines de semana del mes de diciembre y parte de enero. Como si de un rito se tratara, los vecinos acudían en masa a colaborar con la familia que llevaba a cabo la tarea y en su casa confraternizaban alrededor del trabajo y de una mesa llena de comida durante varios días.

La continua merma de la población en el entorno rural ha traído consigo que la mayor parte de los vecinos decida dejar a un lado este trabajo “por la falta de gente y sabiduría para llevarlo a cabo”.

Sin embargo, hay muchos que se resisten a “dejar perder” esta tradición. Este es el caso de varias familias residentes en la aldea de Fradelo, en Viana do Bolo. Las familias Rodríguez, García y Alves siguen realizando su matanza como antaño.

Con meses de antelación, deciden la fecha para cada una de ellas de manera conjunta para evitar coincidir en el tiempo. “Axudámonos uns a outros, entón non podemos coincidir”, señala Tina Alves, la “matriarca” de una de las familias. Este año comenzaron el pasado mes de diciembre ya que, según señalan, cada vez el frío tarda más en llegar y es necesario retrasar la matanza para que la carne se conserve en buen estado.

Confraternización, trabajo conjunto y mucha tradición son la base de este encuentro invernal que comienza con la matanza y termina con la elaboración de los chorizos.

Aunque confiesa que “da moito traballo”, la recompensa de deleitar los ricos embutidos a la orilla de la lumbre unos meses después hace que no pierdan su tesón.

Fradelo no es la única aldea en la que sobrevive la matanza, otras como Punxeiro, Quintela o Fornelos también cuentan con varias familias que, al igual que las anteriores, apuestan por mantener viva esta tarea habitual en el rural durante décadas pasadas.

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