Clarisas de Allariz, la esencia de la Navidad en clausura
EN CONFIANZA
Recogimiento, silencio y oración son solo tres de los pilares que definen a las monjas de clausura. En el monasterio de Santa Clara de Allariz conviven 15 hermanas cuya vida religiosa, al ser en clausura, se basa en la separación del mundo material en favor de una unión más estrecha con Dios, pero también en un estilo de vida caracterizado por una simplicidad ascética, la renuncia a los placeres y comodidades del mundo exterior y los votos de pobreza y obediencia. Su día a día gira alrededor de las horas litúrgicas y los diferentes trabajos en el monasterio. A través del locutorio, y tras dejar una docena de huevos de casa en su torno, conversamos con la madre superiora, sor María Ángel de cómo es la vida tras los muros en Navidad y también durante todo el año.
Es Navidad. Y, más allá de las luces multicolores, los excesos gastronómicos o la carga de sobrerregalos, no se debe de perder de vista la esencia de estas fechas. Una esencia que conmemora el nacimiento de Jesús y, culturalmente, gira alrededor de la familia, la generosidad, la paz, la nostalgia por la infancia y por aquellos que ya no están. Son unas fechas que se celebran con especial hincapié en el ámbito religioso, que también incluye a las monjas que viven en clausura. Ejemplo de ello son las Hermanas de Santa Clara, en el monasterio de Allariz, que desde su convento celebran con especial alegría estas jornadas incluyendo la decoración navideña o las dinámicas pensadas especialmente para el Adviento.
Sor María Ángel es la madre superiora y está al frente, desde hace seis años, de 15 hermanas que optaron por una vida dedicada a Dios desde la clausura. La mayoría de ellas pertenecen a la comarca alaricana, como dos mellizas que, aún nacidas en el País Vasco, sus orígenes están en la villa. Una de las hermanas, mexicana, llegó desde California al monasterio de las Hermanas Clarisas de Cantalapiedra, Salamanca, y acaba de llegar para ayudar en Allariz a las otras hermanas. La media de edad ronda los 60 años, pero esta joven novicia tiene poco más de 33 años y otra de ellas ronda los 40.
Navidad
En Navidad la dinámica habitual del día a día tras los muros y rejas se ve modificada por la alegría del nacimiento de Jesús. Y también ellas decoran las estancias con motivos navideños, la mayoría hechos por ellas mismas. “En esta temporada realizamos manualidades con, por ejemplo, simples rollos de papel higiénico que pintados y con purpurina aportan el toque más festivo. Son momentos compartidos, aún desde el silencio de la orden. Como no, colocamos el Belén de la iglesia y preparamos la liturgia de la Navidad y la Misa del Gallo que son francamente bonitas”, comenta la Madre Superiora.
Las dinámicas que realizan a lo largo del año son en estas fechas de Adviento especialmente emocionantes y alegres. Este año, la actividad surgió a partir del visionado de un cortometraje animado sobre un erizo y una ardilla que enseña sobre la inclusión, la empatía y la aceptación de las diferencias. En él, una ardilla ayuda a un erizo rechazado por sus púas a integrarse con otros animales. “Nosotras elaboramos nuestro erizo con espuma y sus púas y con ello buscamos ir mejorando nuestras espinas. Y también podemos ser las ardillas que ayudan a vencer las espinas. Así, cada día, con el desayuno, hemos preparado unos diálogos basados en los textos del evangelio entre el erizo y la ardilla y vamos poniendo nuestros corchitos al erizo”. Con esta actividad “es una forma de estimularnos y preparar el corazón para la llegada de Jesús. Una fecha muy bonita para todos, pero especialmente para todos aquellos que tienen fe”.
La historia de cada una de las hermanas que habitan en Santa Clara es diferente. La mayoría de ellas vienen ya de familias piadosas con honda espiritualidad que, desde pequeñas, sintieron inclinación por la religiosidad. Las más jóvenes, llegan por diferentes caminos. En el caso de Sor María Ángel, natural de A Coruña, nos relata que su familia no era especialmente religiosa más allá de la misa dominical, pero, “a los 15 años, por contacto con otras amigas conocí al Señor y eso supuso un gran impacto en mí. Él se sirvió de sus medios para que yo cambiase y surgiese en mí el deseo de seguirlo y consagrarme a Él. Yo tenía claro que eso era lo que quería en el futuro, pero necesitaba seguir en mi búsqueda así que mientras estudiaba en la Universidad seguía indagando. La verdad, nunca pensé que acabaría de la forma más radical: siendo monja de clausura. Yo que pensaba que era aburrida y ñoña (risas)... per también es verdad que no conocía lo que suponía. A mí me gustaba el apostolado, las misiones, la enseñanza… Pero en ese tiempo de búsqueda llegué al monasterio de las Hermanas Clarisas de Cantalapiedra y supe que lo que buscaba estaba allí”.
Su llegada a Allariz viene de la honda unión entre ambos monasterios -Allariz y Cantalapiedra- que, en su momento contaron con la ayuda de las hermanas de Salamanca para reforzar el monasterio alaricano y sacar adelante la comunidad, favorecer la llegada de nuevas vocaciones, así como restaurar las estancias. Tras esa primera incursión, hace seis años que llegó Sor María Ángeles para prestar ayuda.
El hecho de que sea la congregación de las Clarisas la elegida, “no eres tú la que elige. Es el Señor el que te muestra el camino y te lleva hacía un lugar. De entrada, en general, no conoces el carisma de las Clarisas y vas a ella. Si no que llegas a ellas y descubres que esa es la forma de vida que encaja contigo. Yo llegué a Cantalapiedra y vi que era lo que buscaba. Si fueses benedictinas igual ahora era benedictina (risas)”.
Los valores
Ante todo destacan tres:
- “La pobreza que movió tanto a San Francisco. Jesucristo se hizo pobre. Algo que encarna muy bien la Navidad en la que Cristo se hizo un niño pequeño, pobre, que nació en un pesebre. Querían vivir esa vida de pobreza y humildad, ser los últimos como Jesús, que, siendo Dios se anodadó y se hizo como uno de tantos. Incluso menos”.
- “Somos amantes de la fraternidad, de la vida en común. Intentamos vivir todo en comunidad. No eran eremitas, vivían en fraternidad. Por eso intentamos hacer todo en común en la medida que se pueda, como realizar la oración juntas, no en solitario. Y el trabajo, aunque sea en silencio, procuramos que sea juntas, compartir espacios”.
- “La contemplación en clausura. Somos contemplativas claustrales. Vivimos separadas del mundo, pero no ajenas al mundo. Los muros y rejas indican separación, pero no estamos ajenas, a lo que ocurre, si no que nos interesa el mundo. Estamos aquí para vivir para el señor e interceder por todo el mundo”.
Día a día intramuros
La jornada diaria se vertebra alrededor de la dedicación al Señor, las Siete Horas Litúrgicas, además de los tiempos de oración en común y oración personal. Más allá, la jornada en un espacio tan grande es intenso: el obrador de donde salen ricas elaboraciones que venden contribuyendo “humildemente” a mantener el monasterio, la cocina, la limpieza… Y los tiempos en común, que aún dentro del silencio comparten. “Después de comer y cenar tenemos nuestro tiempo de recreación en el que hablamos y comentamos nuestras cosas”.
En su obrador preparan cinco dulces variedades que, más allá de la venta, promueven la convivencia entre ellas. Una forma de trabajo en común. “En verano, sobre todo, vendemos muchísimo porque Allariz es muy turístico. Y según nos van conociendo, vamos teniendo más fieles a nuestros dulces”.
Algo que también se sigue manteniendo es la tradición de llevar los huevos a Santa Clara para evitar la lluvia en un día señalado. Popularmente, las novias y organizadores de eventos llevan una docena de huevos a un convento de monjas Clarisas para pedir buen tiempo, especialmente que no llueva, en el día de una boda u otra celebración importante, confiando en la intercesión de Santa Clara por su nombre relacionado con la claridad y el sol. Las monjas aceptan la ofrenda y rezan por la petición de los novios, aunque el origen exacto es incierto, se remonta a la Edad Media como un ritual para asegurar un día soleado y evitar la mala suerte asociada a la lluvia en los enlaces matrimoniales. “Traen muchos huevos. Sobre todo, desde abril a octubre. Pero ahora no solo es para bodas. Desde bautizos a comuniones, pasando por fiestas populares”.
Entre las dependencias del monasterio está la Hospedería, más para familiares de las hermanas y visitas personales, y la Casa de Emaús, que congrega, desde hace dos años, a jóvenes que llegan de convivencia y que realizan una gran labor en la villa. “Durante diez días se hospedan aquí alrededor de una treintena de jóvenes que realizan visitas a asilos, asistencia a familias, acuden a colegios, encuentros con nosotras… una labor que hace que se creen fuertes vínculos que mantienen a lo largo del año”.
La vida como Clarisa en clausura, “como toda vida, también tiene sus dificultades y sus momentos de dudas. Pero el Señor es fiel y Él me ha mantenido. Personalmente me gusta pensar en el pasado y ver que todo lo que ha permitido en tu vida es para tu bien. En el transcurso de los años hay de todo. Hay momentos en los que uno piensa que ha fracasado, momentos difíciles, pero, gracias a Dios, cuando uno piensa que ha caído rendido, esos momentos son los mejores. Porque esos son los que te ayudan a crecer y madurar como persona. Y disfruto mucho de la vida contemplativa porque nos ayuda a conocernos, a descubrir muchas cualidades de ti misma y también todas las heridas que conllevas”.
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