Cartas al director

Monxardín no es pederasta

No hay que ser muy avispado para adivinar que con su artículo titulado “Galicia Bilingüe y el partido nazi”,  Alfonso Vázquez Monxardín pretendía difamar a la asociación que durante tantos años he presidido, asociando veladamente su nombre al nazismo. Claro está que para evitar una demanda judicial por injurias, se ha apresurado a intentar camuflar sus dolosas intenciones con unos ridículos circunloquios. 

Desde el lobby de la (a)normalización lingüística llevan días en campaña contra Galicia Bilingüe. Probablemente preocupados por el creciente rechazo en toda España a la imposición de lenguas, atacan a GB creyendo que, una vez desactivadas sus siglas, no cabe derecho a réplica. Pero dado que GB se ha integrado en Hablamos Español, con sus insultos, Monxardín está atacando a los miles de personas que ahora ya en todo el país luchan contra la lacra del nacionalismo lingüístico, y a las 500.000 que con firma adverada ante fedatario han suscrito nuestra propuesta de libertad de elección de lengua. De manera que su invectiva no quedará sin respuesta y, ante la gravedad de la ofensa, firmaré yo la réplica y me hago responsable de su contenido.

Monxardín dice descubrir ahora que el objetivo de GB no era la defensa de las dos lenguas de Galicia porque de lo contrario no habríamos confluido con Hablamos Español.  

Ni GB ni HE tienen nada que ver con la defensa de lenguas, si así fuera yo no las habría fundado ni presidido, porque defender lenguas es tan absurdo como afirmar que tienen derechos. Los derechos los tenemos las personas y hemos de defenderlos, sobre todo el de los niños a estudiar en su lengua materna. Galicia es bilingüe porque aquí existen dos comunidades lingüísticas, y es por ello que reclamamos que se pueda elegir la lengua vehicular, como en todos los países con más de una lengua oficial, y que nuestras dos lenguas compartan espacio en los lugares oficiales. Los mismos fines tiene Hablamos Español. A Monxardín le van más las imposiciones, aunque alejen la lengua impuesta de los mas jóvenes, y desconcierten a los hablantes de siempre, que ven cómo palabras del día a día son cambiadas por aquellas que la academia de Monxardín  inventa y recrea pasando por caja. Si algún parecido encuentro entre el nazismo y una política lingüística es con la suya. Tiene todos los ingredientes, y también los modos hacia los que se rebelan contra ella. 

 He preguntado a amigos de Orense si el tono del citado artículo es el suyo habitual, y ninguno se  explica la mala bilis. La respuesta viene a ser: “¡Pues parecía boíño!”. No saben que a los del Lobbylingua la libertad de lengua les activa el lado oscuro; es un fenómeno como la mención a “Constantinopla” en “La maldición del escorpión de jade”, y en pleno trance algunos pueden llegar perder el sentido del ridículo. Dice Monxardín que Galicia es una palabra bella mientras que Murcia o Extremadura son ásperas. Como si las palabras fueran bellas en sí mismas, como si apreciarlas no dependiera de condicionantes culturales y de proximidad. Espero que nunca tenga que contemplar la emoción de un chino ante un poema de Wang Wei, lo destrozaría el desconcierto. Pero, ¿cómo explicar todo esto a un nacionalista? ¿cómo hacérselo entender a quien termina un artículo diciendo “Falemos galego, deixémonos de politiqueiradas e de contos podres.”? ¿Imaginan que yo concluyera el mío exclamando “¡Hablemos español dejémonos de politiquerías y cuentos podridos!”?

La diferencia entre Monxardín y nosotros es que no usamos el imperativo sino el indicativo, porque constatamos una realidad para reclamar derechos sin obligar a los demás ni privarles de los suyos. También nos diferencia que no hemos convertido nuestro activismo en un modo de vida, ni a nuestra entidad en un chiringuito. Se preguntarán el porqué del título de este artículo. Responde a la necesidad de repeler el ataque con las mismas armas. Monxardín tiene tanto que ver con la pederastia como nosotros con el nazismo, pero ha querido captar lectores pegando ese espantoso término a nuestro nombre, y de paso hacerlo rodar así en internet. Eso sí, yo he titulado con un no rotundo. Eso también nos diferencia.