Opinión

No me llames extranjero

Hace unos días tuve una brevísima conversacion en internet con un desconocido, muy amable por cierto, a propósito de un tema actual del que ya hablé hace poco en otro artículo, agresiones sexuales. Él me inundó con estadísticas a propósito de que la mayor parte de las agresiones sexuales en Europa son perpetradas por extranjeros, principalmente musulmanes. No lo dudo. No dudo de las estadísticas aunque como se sabe y me dijo alguien una vez existen las mentiras, las grandes mentiras y la estadística. Bien.

Puede que la mayor parte de las agresiones sexuales sobre las que estuvimos hablando, sobre todo en Alemania que era de donde venían aquellas estadísticas, las cometan musulmanes que no son extranjeros allí por cierto, todo hay que decirlo. Pero eso no significa nada. En la conversación, breve ya digo, yo aduje que aquí muchas agresiones sexuales las perpetran por ejemplo en los Sanfermines o en otras celebraciones populares no extranjeros sino chicos de casa que seguro que son, sus padres así lo creen, unos chavales buenísimos.

Lo de extranjeros o no extranjeros es un poco raro. Yo trabajé en Nueva York un tiempo y era extranjero allí. Viví en Londres y también fui extranjero allí. Estuve de vacaciones como un maldito turista en París, Roma, Milán, Ginebra, Lisboa y en una docena de ciudades más, y en todos esos sitios siempre fui un extranjero. Lógico. Incluso estudié y viví en Madrid unos cuantos años siendo gallego. También era extranjero entonces. ¿Qué iba a ser si no?

Mi interlocutor de internet parecía atribuir a los extranjeros una inclinación a ese tipo de delitos que no tenían los nacionales. No lo entendí bien. No creo que una cosa tenga que ver con la otra. Pero la conversación me recordó una canción de Rafael Amor, aquel tipo gordo, melenudo, no sé si lo recordarán ustedes, un poco hippie, que tocaba la guitarra fatal y tenía pinta de no haberse lavado en varios meses pero cantaba una canción preciosa que decía así:

"No me llames extranjero / porque haya nacido lejos / o porque tenga otro nombre la tierra de dónde vengo. / No me llames extranjero / ni pienses de dónde vengo / mejor saber dónde vamos / a dónde nos lleva el tiempo. / No me llames extranjero / tu trigo es como mi trigo / tu mano es como mi mano / tu fuego como mi fuego. / Si en el amor de una madre / tuvimos la misma luz en el canto y en el beso / porque nos sueñan iguales las madres contra su pecho / no me llames extranjero. / Traemos el mismo grito / el mismo cansancio viejo / que viene arrastrando el hombre desde el fondo de los tiempos. / No me llames extranjero."

Todos somos extranjeros en todas partes, esa es la cruda y hermosa realidad. Usted y yo también somos extranjeros.

– ¡Hola!, ¿de dónde eres?

– ¿Yo?, de aquí.

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