Opinión

Julian Marías, una clara trayectoria

El 17 de junio se han cumplido cien años del nacimiento de Julián Marías. El arco de su peripecia vital, que alcanza la mayor parte del siglo XX y el comienzo del XXI, forma un círculo limpio, coherente, un dibujo de claro trazo, una obra de arte (la mejor obra de los grandes hombres es su vida). Ahora nos es posible ver en su completa dimensión, la clara trayectoria vital de este hombre escasamente comprendido y cicateramente valorado en la vida cultural y social de España.

Julián Marías pertenece a una brillante generación de intelectuales españoles, generación o grupo marcado por dos rasgos: a) Vienen de un ambiente educativo y cultural muy rico: maestros como Ortega, Zubiri, Menéndez Pidal, Morente, prodigiosa Universidad de Madrid, organismos como la “Junta de Ampliación de estudios”, constituyen una plataforma intelectual inmemejorable capaz de crear grandes expectativas. b) Estas posibilidades se ven truncadas por un acontecimiento atroz, la guerra civil que les coge en plena juventud o en la primera madurez, en el momento más inoportuno para marcarles el resto de su vida.

La guerra civil parte en dos prácticamente la vida intelectual española. Algunos (Laín, Torrente, Ridruejo, Tovar) aunque luego tienen un reciclaje democrático se adhieren al bando nacional. Otros (Castro, Alberti, Montesinos, Sánchez Albornoz, tantos más) tienen que continuar sus vidas y carreras fuera de España. La situación de Marías es un tanto especial. Identificado con la causa republicana en lo que esta tenía de modernización, amigo de Julián Besteiro, conoce la cárcel y corre un serio peligro durante la contienda. Sin embargo, su ideología liberal moderada, su fe católica, le apartan de los excesos en que derivó lo que pudo ser un reformismo inteligente.

Llegado el fin de la guerra y el largo periodo franquista, Marías tiene el estigma de no ser “hombre del régimen”. Esto le cierra algunas puertas, como la de la universidad, pero le permite escribir y ejercer su magisterio en España y fuera con cierta holgura.

Cuando llega la democracia, mientras muchos intelectuales presentan credenciales de antifranquismo y pedigrí democrático de toda la vida, Marías sigue su trabajo limpio y coherente sin alharacas, defendiendo sus ideas de siempre: la idea de España, de su unidad y diversidad, de su magnífica cultura; las ideas éticas de concordia, verdad, libertad y autenticidad; las creencias de un hombre de profundas raíces cristianas. Marías ha sido siempre un intelectual “in partibus infidelium”, es decir siempre puesto en entredicho y cuestionado.

Hombre de convicciones firmes pero templadas, en un país en donde todo se agrava y se extrema, donde todo se tiñe de partidismo y enfrentamiento, constituye todo un ejemplo de serenidad y altura intelectual y social en donde fijar la atención los intelectuales y políticos del momento.

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