Opinión

Calzonazos

Hace unos días una madre agredió brutalmente y envió al hospital a una árbitra en un partido de juveniles de fútbol de la tercera división andaluza. Una señora temible, de armas tomar.

Usted conoce seguramente a algún marido víctima de mujeres así, a algún calzonazos al que la Ley de Violencia de Género, sin embargo, prejuzga como matón.

Muchos son unos calzonazos: personajes patéticos, mártires de mujeres de mayor carácter, y quizás volumen. Las estadísticas aventuran que son entre el diez y el quince por ciento de los maridos. 

Todos hemos visto a las mujeres despreciándolos. Un hombres sufriendo ultrajes de sus novios, porque los calzonazos, muchos con carácter feminoide (consúltese el DRAE), abundan entre gais. 

“Eres un inútil, todos se ríen de ti, y si no fuera por mí no sobrevivirías”, le gritan sus parejas, advirtiéndoles que sin ellas morirán como perros abandonados. 

Pobre calzonazos. Para la ley es un macho alfa capaz de lesionar a su mujer, pero ella lo humilla y maltrata. Incluso sus hijos, si los tiene, se avergüenzan de su apocamiento.

“¡Preséntate de una vez ante tu jefe y exige un aumento de sueldo, estúpido!”, le dicen ella, el novio o el marido, al pobre tipo sometido al acoso-bullying de todos.

Un día el calzonazos se cansa y débilmente le llama a la mujer fea, sucia y asquerosa, y la dama, ofendida, acude a un juez y lo denuncia por maltrato psíquico.

Su lengua trífida y hasta algunos golpes destruyen definitivamente al desdichado, que será procesado como maltratador, porque para la ley los hombres siempre lo son, como las mujeres siempre serán víctimas.

Será condenado, mínimo, a entre seis meses y un año de cárcel, y ese tiempo seguramente será el mejor de su vida. Pobre infeliz calzonazos. 

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